03.01.2021 Views

Contacto - Carl Sagan

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

grado el relato, convencido de lo importante que había sido el suceso. No había

muerto por nada. Había resucitado para algo.

Bajo la tutela de su protector, comenzó a estudiar las Escrituras. Lo conmovió

enormemente la idea de la resurrección y la doctrina de la salvación.

Al principio ayudaba al reverendo Rankin en tareas menores, y con el tiempo

llegó a reemplazarlo cuando le tocaba ir a predicar a los sitios más lejanos, en

especial cuando el joven Billy Jo Rankin partió rumbo a Odessa (Texas)

respondiendo a la llamada de Dios. Muy pronto Joss encontró su propio estilo

oratorio. Con un lenguaje sencillo y metáforas comunes, explicaba el bautismo y

la vida en el más allá, la relación entre la revelación cristiana y los mitos de la

Grecia y la Roma clásicas, la idea del plan de Dios para el mundo y la

concordancia entre la ciencia y la religión cuando a ambas se las entendía como

corresponde. No era una predicación convencional —quizá demasiado

ecuménica para el gusto de muchos—, pero sí misteriosamente popular.

—Como tú has renacido, Joss —le dijo un día Rankin—, tendrías que

cambiarte de identidad, pero Palmer Joss es un nombre tan adecuado para un

predicador, que sería muy tonto no conservarlo.

Al igual que los médicos y los abogados, los vendedores de religión no suelen

criticar la mercancía de sus colegas, observó Joss. No obstante una noche

concurrió a una iglesia a escuchar a Billy Jo Rankin hijo, que gloriosamente había

regresado de Odessa y tenía que dirigir una homilía ante una multitud. Billy

enunciaba una severa doctrina de recompensa, castigo y éxtasis. Sin embargo,

esa noche estaba destinada a las curaciones. El instrumento de curación —según

se le dijo a la feligresía— era la más santa de las reliquias, más sagrada que una

astilla de la verdadera cruz, incluso que el hueso del brazo de Santa Teresa de

Ávila que el generalísimo Francisco Franco guardaba en su despacho para

intimidar a los piadosos. Lo que Billy Jo Rankin exhibía era, ni más ni menos, el

líquido amniótico que había rodeado a Nuestro Señor, cuidadosamente

conservado en un antiguo recipiente de barro que perteneció —se decía— a

Santa Ana. La más mínima gota de ese líquido, prometía el reverendo, servía

para sanar todas las dolencias mediante un acto especial de la gracia divina. Esa

noche estaba ahí presente la más bendita de las aguas.

Joss quedó anonadado, no tanto por el hecho de que Rankin fraguara un

engaño tan obvio, sino porque los fieles fueran tan crédulos como para aceptarlo.

En su vida anterior, había presenciado numerosos intentos de estafar al público.

Pero aquello era entretenimiento, y esto, supuestamente, religión. La religión era

demasiado importante para colorear la verdad, y mucho menos para inventar

milagros. Así, pues, se consagró a denunciar esa mentira desde el púlpito.

A medida que crecía su fervor, comenzó a denostar otras formas desviadas

del fundamentalismo cristiano, incluso a los aspirantes a herpetólogos que ponían

a prueba su fe acariciando víboras para cumplir con el precepto bíblico según el

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!