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Contacto - Carl Sagan

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—No aceptes recriminaciones del gran duque —le gritó ella.

En lo alto graznaba una gaviota. Vaygay había dejado la puerta entornada,

pero del otro lado sólo se veía la play a.

—¿Te sientes bien? —preguntó Devi.

—Sí, pero prefiero estar un momento más conmigo misma. Enseguida voy.

—Te lo pregunto como médica. ¿Seguro que te sientes bien?

—Me desperté con dolor de cabeza, y creo que tuve unos sueños insólitos. No

me cepillé los dientes ni bebí mi habitual café negro. También me agradaría leer

el diario de la mañana. Salvo todo eso, estoy bien.

—Entonces no es nada grave. A mí también me duele un poco la cabeza.

Cuídate, Ellie, y trata de recordar todo, así me lo cuentas… la próxima vez que

nos veamos.

—Te lo prometo.

Se desearon suerte y se despidieron con un beso. Devi pisó el umbral y

desapareció. La puerta se cerró a sus espaldas. Luego Ellie creyó percibir cierto

aroma a curry.

Se lavó los dientes con agua salada. Siempre había tenido un sesgo demasiado

puntilloso de carácter. Desay unó con leche de coco y quitó con sumo cuidado la

arena que se había juntado en la parte exterior de su microcámara y en el

pequeño arsenal de videocasetes donde había registrado maravillas. Enjuagó la

hoja de palmera en el mar, tal como lo había hecho el día en que la encontró en

la play a de Cocoa, antes de emprender el viaje a Matusalén.

Decidió darse un baño ya que la mañana se había vuelto calurosa. Dejó la

ropa doblada sobre la hoja de palmera y se internó, audaz, entre las olas. « No

importa lo que pase» , pensó, « es muy improbable que a los extraterrestres los

excite ver una mujer desnuda, por bien conservada que esté» . Trató de imaginar

a un microbiólogo arrastrado a cometer crímenes pasionales luego de analizar la

constitución de las células de un protozoario.

Flotó de espaldas, dejándose mecer por las olas. Pensó en miles de…

cámaras, mundos simulados —o lo que fueren—, cada uno de ellos una copia fiel

de la zona más hermosa del planeta madre de cualquier persona. Y cada

representación con su cielo, su océano, su geología, su vida nativa idéntica a la

del original. Parecía un despilfarro, aunque también sugería un resultado positivo

de la experiencia. Por enormes que fuesen los recursos con que se contaba, cabía

suponer que nadie iba a construir un paisaje tan imponente para cinco

especímenes de un mundo condenado.

Por otra parte… también se mencionaba la idea de que los extraterrestres

fuesen una especie de guardianes de zoológico. ¿Y si esa inmensa estación, con

semejante cantidad de puertos de amarre, fuera verdaderamente un zoológico?

« Pasen a ver los exóticos animales en su hábitat natural» imaginaba pregonar a

un anunciante.

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