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Contacto - Carl Sagan

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Máquina, si se resolvía construirla; y, en resumen, la necesidad de fomentar el

entusiasmo del pueblo norteamericano y del Congreso para prestar apoyo al

proy ecto. Der Heer se apresuró a agregar que se trataba sólo de planes de

contingencia, que no se estaba tomando decisión alguna y que, sin lugar a dudas,

la preocupación de los soviéticos acerca del Caballo de Troya tenía su parte de

razón.

Kitz planteó cómo se integraría « la tripulación» .

—Nos piden que sentemos a cinco personas en sillones tapizados. ¿Qué

personas? ¿Sobre qué base las elegimos? Probablemente tenga que ser un grupo

internacional. ¿Cuántos norteamericanos? ¿Cuántos rusos? ¿Alguien más? No

sabemos qué les va a suceder a esos cinco individuos cuando los situemos allí,

pero queremos seleccionar a los mejores.

Ellie no mordió el anzuelo y él prosiguió.

—Otra cuestión fundamental es determinar quién financia esto, quién fabrica

qué cosa, quién va a estar a cargo de la integración general. Creo que en este

sentido podemos negociar que hay a mayoría de compatriotas en la tripulación.

—Sigue en pie la idea de enviar a los mejores —acotó Der Heer.

—Claro —respondió Kitz—. Pero ¿qué significa « los mejores» ? ¿Los

científicos? ¿Personas que hay an trabajado en organismos militares de

inteligencia? ¿Hablamos de resistencia física, de patriotismo? (Ésta no es una

mala palabra, dicho sea de paso). Además —miró fijamente a Ellie—, está el

tema del sexo. De los sexos, quiero decir. ¿Mandamos sólo a hombres? Si

incluy éramos a hombres y mujeres, tendría que haber más de un sexo que del

otro puesto que los lugares son cinco, un número impar. ¿Todos los miembros de

la tripulación serán capaces de trabajar en armonía? Si seguimos adelante con

este proy ecto, habrá arduas negociaciones.

—A mí no me parece bien —intervino Ellie—. Esto no es como comprar un

cargo de embajador contribuy endo para una campaña política. Esto es un asunto

serio. ¿Pretende acaso enviar a cualquier idiota, a un veinteañero que desconoce

cómo funciona el mundo y lo único que sabe es obedecer órdenes, a un político

viejo?

—No. Es verdad —admitió Kitz con una sonrisa—. Pienso que vamos a

encontrar candidatos que nos satisfagan.

Der Heer, con ojeras que le daban un aspecto demacrado, concluy ó la

reunión. En su rostro se insinuó una sonrisita dirigida a Ellie, pero sin demasiada

emoción. Las limusinas de la embajada los aguardaban para llevarlos de regreso

al Palacio de l’Élysée.

—Te digo por qué sería mejor enviar rusos —explicaba en ese momento

Vaygay —. Cuando ustedes los norteamericanos conquistaban sus territorios —

pioneros, cazadores de pieles, exploradores indios y todo eso—, nadie les opuso

resistencia en el mismo plano tecnológico. Fue así como atravesaron el

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