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—Exacto. Me da la impresión de que en los próximos días vamos a
presenciar discusiones prematuras sobre la posibilidad de construir algo que no
tenemos derecho a construir. Los políticos piensan que lo sabemos todo, pero de
hecho no sabemos casi nada. Tal situación podría llegar a ser peligrosa.
Ellie empezó a comprender que Vaygay había asumido en forma personal la
responsabilidad de descifrar el Mensaje. Si el contenido provocaba una
catástrofe, le afligía que todo fuese culpa suya. También lo animaban motivos
menos personales, por supuesto.
—¿Quieres que hable con Ken?
—Si te parece conveniente. ¿Tú tienes muchas oportunidades de conversar
con él? —preguntó en tono indiferente.
—Vay gay, no me digas que estás celoso. Creo que advertiste mis sentimientos
por Ken incluso antes que yo, cuando estuviste en Argos. Hace un par de meses
que Ken y yo salimos juntos. ¿Tienes alguna objeción?
—No, Ellie, por favor. No soy tu padre ni tu amante. Sólo te deseo una gran
felicidad, pero es que advierto tantas posibilidades desagradables…
Sin embargo, no se explayó.
Reanudaron la interpretación de algunos de los diagramas, con los que
prácticamente cubrieron la mesa. También discutieron sobre política, y como de
costumbre, se divirtieron criticando cada uno la política exterior del país del otro.
Eso les resultaba mucho más interesante que protestar contra la política del país
de uno. Durante la polémica de rigor acerca de si debían compartir los gastos de
la cena, Ellie advirtió que el chaparrón se había convertido en una discreta
llovizna.
La noticia del Mensaje de Vega había llegado hasta el último rincón del
planeta Tierra. Gente que no sabía nada de radiotelescopios ni de números
primos se enteraba de una peculiar historia respecto de una voz proveniente de
las estrellas, de seres extraños —que no eran hombres pero tampoco dioses—, los
que, según se había descubierto, habitaban en el cielo nocturno. No eran de la
Tierra sino de una estrella que podía divisarse a simple vista. En medio del delirio
de opiniones sectarias, también se percibía en el mundo entero una sensación de
asombro, casi de recogimiento. Se estaba produciendo algo milagroso, una
transformación. Se notaba el ambiente cargado de posibilidades, la sensación de
un nuevo comienzo.
« La humanidad fue promovida a la escuela secundaria» , escribió el
editorialista de un diario norteamericano.
Había otros seres inteligentes en el universo, y podíamos comunicarnos con
ellos. Probablemente fueran mayores que nosotros, y más sabios. Nos enviaban
bibliotecas de complejas informaciones. Todos presentían una inminente
revelación secular, de modo que los especialistas en cada materia empezaron a
inquietarse. A los matemáticos les preocupaba que se les hubieran pasado por alto