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Contacto - Carl Sagan

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CAPÍTULO VEINTIUNO

Causalidad

Los humanos somos para los dioses…

como las moscas para los niños juguetones;

nos matan para su recreo.

WILLIAM SHAKESPEARE

El Rey Lear, IV, i, 36

El omnipotente debe temerle a todo

PIERRE CORNEILLE

Cinna (1640), Acto IV, Escena II

Estaban contentos de regresar, bulliciosos excitados. Se situaron en sus

sillones, se dieron abrazos y palmaditas en la espalda. Todos luchaban por

contener las lágrimas. No sólo les fue bien sino que además pudieron regresar,

sin sufrir percances en los túneles. De pronto se encendió la radio y pudieron oír

los informes técnicos sobre la Máquina. Los tres benzels se desaceleraban. La

carga eléctrica acumulada se desvanecía. A juzgar por los comentarios, resultaba

obvio que los integrantes del Proyecto no tenían la menor idea de lo sucedido.

Ellie se preguntó cuánto tiempo habría pasado. Miró el reloj. Habían estado

ausentes por lo menos un día, con lo cual y a debían haber ingresado en el año

2000. No veía la hora de relatarles la experiencia. Con renovada confianza, tocó

el estuche donde guardaba las decenas de micro-cassettes de vídeo. ¡Cómo

cambiaría el mundo cuando se dieran a conocer esas películas!

Se había vuelto a presurizar el espacio que rodeaba los benzels. Se abrieron

las puertas de la cámara de aire, y por radio se les preguntó cómo se

encontraban.

—¡Estamos bien! —respondió ella de viva voz, por el micrófono—. Déjennos

bajar. No van a creer lo que nos ha pasado.

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