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Contacto - Carl Sagan

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negué. Te dije: « Ellie, aparte de ser bella, lo más importante de la vida es la

educación. No es mucho lo que puedes hacer para ser bonita, pero sí puedes

preocuparte por tu educación. Ve a clase. Nunca se sabe lo que se puede

aprender un día» . ¿Verdad?

—Sí, mamá.

—¿No fue eso lo que te dije en esa ocasión?

—Sí, recuerdo que sí.

El brillo de cuatro dedos era perfecto, pero el pulgar presentaba aún un

aspecto opaco.

—Entonces te busqué las botas de goma y el impermeable, que era amarillo

y te quedaba precioso, y te despaché al colegio. Ése fue el día en que no pudiste

responder una pregunta en la clase de matemáticas del señor Weisbrod. Te

pusiste tan furiosa que enseguida marchaste a la biblioteca de la universidad e

investigaste ese tema, hasta que llegaste a saber más sobre él que el propio

profesor. Weisbrod se quedó impresionado y me lo dijo.

—¿Te lo dijo? Nunca me enteré. ¿Cuándo hablaste con él?

—En una reunión de padres. « Su hija es muy emprendedora» , me comentó.

« Se enojó tanto conmigo, que se convirtió en una verdadera experta en la

cuestión» . « Experta» fue el término que empleó. Pensé que te lo había contado.

Estaba recostada contra el respaldo de su sillón, con los pies en alto, apoy ados

sobre un cajón del escritorio y los dedos introducidos en la máquina para pintar

uñas. Presintió la alarma casi antes de oírla, y se incorporó bruscamente.

—Mamá, tengo que irme.

—Estoy segura de que esta historia y a te la había contado. Lo que pasa es que

nunca atiendes cuando te hablo. El señor Weisbrod era un hombre muy

agradable. Tú nunca le viste el lado bueno.

—Mamá, de veras que tengo que irme. Recibimos una especie de fantasma.

—¿Fantasma?

—Sí, algo que podría ser una señal. Ya te lo he comentado.

—Qué casualidad: las dos pensamos que la otra no nos presta atención. De tal

palo tal astilla.

—Adiós, mamá.

—Te dejo ir si me prometes llamarme enseguida.

—De acuerdo. Prometido.

Durante todo el diálogo, la sensación de soledad de la madre había despertado

en Ellie el deseo de dar por terminada la conversación, de huir. Y se lo

reprochaba a sí misma.

Entró con paso ágil en el sector de control y se acercó a la consola principal.

—Hola, Willie, Steve. A ver los datos. Bien. ¿Dónde me escondieron el

gráfico de amplitud? ¿Tienen la posición interferométrica? Bien. Veamos si hay

alguna estrella cercana en el campo visual. Caramba, es Vega. Prácticamente

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