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dentro de unos siglos, la gente recuerde que y o existí.
—¿Desea…?
—Construir la Máquina porque estoy plenamente capacitado para hacerlo.
Cuento con lo más avanzado en el campo de la cibernética, mejores elementos
de los que hay en MIT, en Stanford, en Santa Bárbara. Y si hay algo fundamental
para la concreción de estos planes, es que no se trata de una labor de un
fabricante del montón. Va a hacer falta recurrir a la ingeniería genética, y no va
a encontrar a nadie más dedicado a ese campo. Además lo haría a precio de
costo.
—Señor Hadden, la decisión acerca de a quién se le encomendará la
construcción, si es que se llega a ese punto, no depende de mí sino que se trata de
una decisión internacional que traerá aparejadas arduas negociaciones políticas.
Todavía se sigue discutiendo en París sobre si debería fabricarse o no la Máquina,
en caso de que lográramos decodificar el Mensaje.
—¿Acaso cree que no lo sé? También estoy tendiendo mis redes por los
habituales canales de la influencia y corrupción, pero pienso que no vendría mal
que los ángeles me dieran una recomendación, por los motivos adecuados. Y
hablando de los ángeles, usted se las ingenió muy bien para hacer flaquear a
Palmer Joss y Billy Jo Rankin. Nunca en la vida los había visto tan agitados. Que
Rankin hay a llegado a afirmar que hubo mala fe al citar sus palabras acerca de
la idea de apoy ar la construcción de la Máquina… Dios mío.
Sacudió la cabeza con fingido aire de consternación. Era muy probable que
existiera una enemistad personal de varios años entre esos proselitistas y el
inventor de Predicanex, y por alguna razón Ellie sintió la necesidad de salir a
defenderlos.
—Son mucho más inteligentes de lo que usted cree. Y Palmer Joss… me dio
una profunda impresión de sinceridad. No es un farsante.
—¿Está segura de que no es más que una cara bonita? Perdóneme, pero es
fundamental que la gente sepa la opinión que a ellos les merece este tema. Yo
conozco a esos pay asos. Cuando se sienten arrinconados, son unos verdaderos
chacales. A mucha gente la religión le resulta atractiva en el plano personal,
sexual. Tendría que ver las cosas que suceden en el Templo de Ishtar.
Ellie contuvo un leve estremecimiento.
—Creo que ahora sí le acepto una copa.
Desde el sitio elevado donde se encontraban, Ellie alcanzó a divisar las
escalinatas del Zigurat, adornadas con flores verdaderas y artificiales, según la
estación. Se trataba de la reconstrucción de los Jardines Colgantes de Babilonia,
una de las Siete Maravillas de la Antigüedad. De milagro se había conseguido que
la decoración no se asemejara a la de un moderno hotel. Al pie del monumento,
observó una procesión con antorchas que partía del Zigurat en dirección a la
Puerta de Enlil. Encabezaba la marcha una especie de silla de manos