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Contacto - Carl Sagan

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producía dos sombras, una antiamarilla y la otra antirroja, como las que suelen

verse —fue la única imagen que le vino a la mente— en una discoteca de baile.

—Pero nosotros no podemos bajarnos —continuó Eda—. Estamos en un

coche cerrado, y vamos rumbo a la terminal, al fin del tray ecto.

En una ocasión, Drumlin había calificado de fantasías ese tipo de

especulaciones, y ésa era la primera vez que Ellie veía a Eda sucumbir a la

tentación.

De los Cinco, ella era la única astrónoma pese a que su especialidad no se

centraba en el espectro óptico. Sentía la obligación de acumular la mayor

cantidad posible de datos, tanto de los túneles como del tiempoespacio

cuatridimensional en el cual emergían periódicamente. El supuesto agujero

negro del cual estaban saliendo continuaría eternamente en órbita alrededor de

una estrella, o de un sistema de múltiples estrellas. Siempre se presentaban por

parejas; eran dos los que compartían la misma órbita; uno de donde eran

expulsados, y otro en donde caían. No había dos sistemas similares y ninguno de

ellos se asemejaba tampoco al sistema solar. No había en ninguno de ellos un

artefacto, un segundo dodecaedro o un complejo proy ecto de ingeniería capaz de

desmembrar un mundo y volver a armarlo para que constituy era lo que Xi había

llamado un « mecanismo» .

En ese momento emergieron cerca de una estrella que cambiaba

visiblemente su luminosidad —se dio cuenta por la sucesión de aberturas de

diafragma que debió utilizar— y supuso que se trataría de una de las estrellas de

Lira; a continuación había un sistema quíntuple y luego una enana de escaso

brillo. Algunas se hallaban en el espacio abierto; otras, enclavadas en una

nebulosa, rodeadas de resplandecientes nebulosas moleculares.

Pese al esfuerzo consciente que realizaba por mantener una calma

profesional, Ellie experimentaba un enorme júbilo ante tal profusión de soles.

Esperaba que cada uno de ellos fuese el lugar de residencia de una civilización, o

que algún día lo fuera.

Sin embargo, luego de saltar por cuarta vez, comenzó a preocuparse.

Subjetivamente, y según le indicaba su reloj, debía de haber pasado una hora

desde que « partieron» de Hokkaido. Si el viaje se prolongaba mucho más, se

sentiría la falta de ciertas comodidades elementales. Quizás, hasta a una

civilización muy avanzada le resultara difícil percatarse de las necesidades

fisiológicas humanas con sólo estudiar una transmisión televisiva.

Además, si los extraterrestres eran tan inteligentes, ¿por qué los obligaban a

zarandearse tanto? Tal vez el primer salto desde la Tierra se hubiese dado con

equipo rudimentario por lo primitivos que eran los que trabajaban en aquel

extremo del túnel. Pero ¿y después de Vega? ¿Por qué no los trasladaban

directamente al destino final, cualquiera que fuese?

Cada vez que salían de un túnel, Ellie se sentía expectante. ¿Qué maravillas

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