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Contacto - Carl Sagan

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ella había realizado un productivo trabajo científico y que jamás pudo tener el

tiempo necesario como para pergeñar semejante engaño. Además, por mucho

que la admirara, consideraba que el Mensaje y la Máquina estaban más allá de

la capacidad de Ellie… más aún, que ningún habitante de la Tierra pudo haberlo

inventado.

Sin embargo, Kitz no aceptó sus argumentos.

—Eso es un criterio personal, doctor Valerian, y puede haber tantos criterios

como personas hay a en el mundo. Usted siente aprecio por la doctora, lo cual es

comprensible. Yo también la estimo. Sin embargo, hay otra prueba contundente

que usted no conoce aún, y y o voy a decírsela.

Se inclinó hacia adelante, con la mirada fija en Ellie: Era obvio que deseaba

provocar la reacción de ella ante las palabras que habría de pronunciar.

—El Mensaje se interrumpió en el instante en que se puso en marcha la

Máquina, cuando los benzels alcanzaron la velocidad de crucero. Con una

precisión al segundo, en el mundo entero. Lo mismo sucedió en todos los

radioobservatorios que captaban Vega. No se lo habíamos dicho hasta ahora para

no interferir en el interrogatorio. El Mensaje se detuvo en la mitad de una

información, y eso sí que fue una tontería de su parte.

—Yo de eso no sé nada, Michael. Pero ¿qué importa que se hay a suspendido

si y a cumplió su objetivo? Fabricamos la Máquina y pudimos ir… adonde

quisieron llevarnos.

—Con esto usted queda muy mal parada —continuó Kitz.

De pronto Ellie supo adónde apuntaba él, y se sorprendió. Kitz pensaba en una

conspiración, mientras que ella contemplaba la posibilidad de la locura. Si Kitz no

estaba loco, ¿habría perdido ella el juicio? Si con nuestra tecnología se pueden

producir sustancias capaces de inducir al engaño, ¿no podría una tecnología

mucho más avanzada provocar alucinaciones colectivas más acentuadas? Por un

momento le pareció posible.

—Supongamos que estamos en la semana pasada —agregó él—. Damos por

sentado que las ondas radioeléctricas que nos llegan a la Tierra fueron enviadas

desde Vega hace veintiséis años, pero hace veintiséis años, doctora, no existía la

planta de Argos, y los temas que le preocupaban en aquella época seguramente

eran Vietnam y Watergate. A pesar de lo inteligentes que son, se olvidaron de la

velocidad de la luz. Una vez que se pone en funcionamiento la Máquina, no hay

forma de interrumpir el Mensaje hasta que hayan pasado otros veintiséis años…

a menos que sea factible enviar un mensaje a may or velocidad que la luz, y

ambos sabemos que eso es imposible. Recuerdo haberla oído criticar a Rankin y

Joss por suponer que se puede viajar más rápido que la luz. Me llama la atención

que hay a pensado que no íbamos a darnos cuenta.

—Escuche, Michael. Así fue como pudimos ir de aquí hasta allá, y regresar

en escasos veinte minutos. Yo no soy experta en estos temas; tendría que

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