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Contacto - Carl Sagan

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—¿En serio lo dices? Piensa en todas las otras cosas que nos han hecho creer.

Nos convencieron de que la única manera de estar seguros es invertir nuestras

riquezas para que todos los habitantes de la Tierra puedan resultar muertos en un

instante… cuando los gobiernos decidan que ha llegado el momento. A simple

vista, no me parecería fácil hacer creer a la gente semejante tontería. No, Ellie;

tienen un gran poder de convicción. Bastará con que anuncien que la Máquina no

funciona y que nos hemos vuelto un poco locos.

—Si pudiéramos exponer todos juntos nuestra versión tal vez no nos

considerarían locos. Aunque quizá tengas razón y primero será menester

encontrar alguna prueba. Vay gay, ¿no vas a tener problemas cuando regreses a

tu país?

—¿Qué pueden hacerme? ¿Exiliarme en Gorky ? No me moriría por eso;

además, y a tuve mi día en la play a… No, no me pasará nada. Tú y y o tenemos

un pacto mutuo de seguridad, Ellie. Mientras sigas con vida, a mí me necesitan, y

lo mismo a la inversa, por supuesto. Si se confirma la veracidad de la historia, se

alegrarán de que hay a participado un soviético. Y al igual que tu gente,

comenzarán a estudiar los usos militares y económicos de lo que vimos.

» No importa lo que nos ordenen hacer. Lo único que importa es que

conservemos la vida. Después podremos contar nuestra versión —los cinco—, de

una manera discreta, desde luego. Primero, sólo a los que nos merecen

confianza, pero estas personas a su vez se lo contarán a otras, y el relato se

difundirá, y no habrá forma de impedirlo. Tarde o temprano los gobiernos

admitirán lo que nos sucedió en el dodecaedro, y hasta que llegue ese momento

cada uno de nosotros será como una póliza de seguro para los demás. Ellie, todo

esto me hace muy feliz. Es lo más fascinante que me haya ocurrido jamás.

—Dale un beso a Nina de mi parte —se despidió ella, antes de que su amigo

partiera en el vuelo nocturno rumbo a Moscú.

Durante el desay uno le preguntó a Xi si se sentía desilusionado.

—¿Desilusionado después de haber ido allí —alzó sus ojos hacia el cielo—, y

de verlos? Yo soy un huérfano de la Larga Marcha. Sobreviví a la Revolución

Cultural. Durante seis años intenté cultivar patatas y remolachas a la sombra de

la Gran Muralla. Mi vida ha sido una sucesión de trastornos y por eso conozco el

desencanto.

—Hemos asistido a un banquete y cuando regresamos a nuestra famélica

aldea, ¿te parece que puedo sentirme desilusionado porque no me reciban con

honores? De ninguna manera. Hemos perdido una escaramuza. Examina la…

disposición de las fuerzas.

En breve plazo partiría hacia China y había prometido no efectuar allí

declaraciones públicas respecto de la experiencia en la Máquina. Sin embargo,

reanudaría la dirección de la excavación de Xian. La tumba de Tsin lo

aguardaba.

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