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misma talla» . Y mujeres.
Sabía quién se lo había enviado.
El mismo día en que habría de activarse la Máquina, se realizó una encuesta
entre el personal superior del proy ecto para saber qué creían ellos que iba a
ocurrir. La may oría daba por sentado que no pasaría nada, que la Máquina no iba
a funcionar. Un grupo más reducido opinaba que los Cinco serían transportados
velozmente al sistema de Vega, pese a la relatividad en contra. Hubo también
sugerencias diversas: que la Máquina era un vehículo para explorar el sistema
solar, la más costosa broma de mal gusto de la historia, un aula, una máquina de
tiempo o una cabina telefónica galáctica. Un científico escribió: « Lentamente se
corporizarán en los sillones cinco horrendos sustitutos con escamas en el cuerpo y
dientes afilados» . Esa respuesta fue la que más se aproximó a la idea de un
Caballo de Troya. Hubo otra —una sola— que sólo decía: « Máquina para
provocar el fin del mundo» .
Se organizó una especie de ceremonia. Se pronunciaron discursos y se sirvió
un refrigerio. La gente se abrazaba; algunos incluso lloraban. Sólo unos pocos se
mostraban abiertamente escépticos.
Ellie consiguió llamar al asilo para despedirse de su madre. Sin embargo, ella
no pudo responderle; según le informó la enfermera, estaba empezando a
recuperar las funciones motrices y quizá pronto lograra articular algunas
palabras. Luego de cortar la comunicación, Ellie comenzó a sentirse casi feliz.
Los técnicos japoneses lucían hachimaki, cintas que se ponían en la cabeza
cuando se preparaban para algún esfuerzo mental, físico o espiritual,
especialmente el combate. Las cintas llevaban una proy ección convencional del
mapamundi, en la que no predominaba ningún país en particular.
No había habido reuniones preparatorias de carácter nacional. Que Ellie
supiera, tampoco se había convocado a nadie a congregarse al pie de un mástil.
Los jefes de estado enviaron breves declaraciones en vídeo. El que remitió la
Presidenta de los Estados Unidos le pareció espléndido:
—El motivo de estas palabras no es impartir instrucciones ni darles una
despedida, sino decirles simplemente un hasta luego. Cada uno de ustedes
emprende el viaje en nombre de millones de almas, representa a todos los
pueblos del planeta. Si van a ser transportados a otro sitio, vean por todos nosotros,
pero no sólo lo vinculado con la ciencia sino todo lo que puedan aprehender.
Representan ustedes a la especie humana en su totalidad, la pasada, la presente y
la del porvenir. Sea cual fuere el resultado, y a se han ganado un lugar en la
historia, son héroes de nuestro planeta. Les ruego que hablen por nosotros. Sean
prudentes, y… regresen.
Pocas horas más tarde entraron de uno en uno y por primera vez en la
Máquina. Se encendieron entonces unas tenues luces interiores. Aun después de