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Contacto - Carl Sagan

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apartado barrio de Queens. Cambió de tren en una estación de la zona de

Jamaica, y retornó, jadeante —después de todo, era un día tórrido de verano—,

al hotel donde se desarrollaba la convención. A veces, cuando el subterráneo

describía una curva, se apagaban las lamparitas interiores, y Ellie podía ver una

sucesión regular de luces azules que pasaban raudamente, como si volara en

alguna nave espacial, transitando en medio de estrellas azules supergigantes.

Después, cuando el tren encaraba una recta volvían a encenderse las lámparas

interiores, y una vez más tomaba conciencia del olor acre, de los pasajeros de

pie, de las diminutas cámaras de televisión (encerradas en jaulas protectoras, que

con posterioridad el público había anulado con pintura de spray ), del atractivo

mapa multicolor que mostraba la red subterránea completa de la ciudad de

Nueva York, el chirrido de alta frecuencia de los frenos al entrar en las

estaciones.

Sabía que su actitud era bastante excéntrica, pero ella siempre había tenido

una intensa vida de fantasía. Reconocía que exageraba un poco en eso de prestar

atención a los ruidos, pero consideraba que no le ocasionaba perjuicio. Nadie

parecía darse demasiada cuenta. Además, era algo relacionado con su trabajo. Si

se lo hubiera propuesto, seguramente habría podido deducir de su declaración de

réditos el costo de su viaje a Yucatán aduciendo que el propósito era estudiar el

sonido de la rompiente del mar. Bueno, a lo mejor se estaba poniendo realmente

obsesiva.

Sobresaltada, comprobó que había llegado a la estación de Rockefeller Center.

Rápidamente caminó en medio del montón de diarios abandonados en el piso del

vagón. Un titular le llamó la atención: GUERRILLEROS COPAN RADIO EN

JOBURG. « Si nos gustan, los llamamos soldados de la libertad» , pensó. « Si no

nos caen bien, son terroristas. En el improbable caso de que no atináramos a

decidirnos, les llamamos provisionalmente guerrilleros» . En otro trozo de diario

había una enorme foto de un señor con cara de confiado, y el titular: CÓMO

TERMINARÁ EL MUNDO. FRAGMENTOS DEL NUEVO LIBRO DEL

REVERENDO BILLY JO RANKIN. EXCLUSIVAMENTE ESTA SEMANA EN

EL NEWS-POST. Había echado apenas una rápida ojeada a los títulos, y

rápidamente trató de olvidarlos. Se abrió paso entre la multitud para regresar al

hotel, con la esperanza de llegar a tiempo para escuchar el trabajo de Fujita

acerca del diseño homofórmico de los radiotelescopios.

Sobre el ruido que producían los neumáticos se superponía un periódico

golpeteo al pasar sobre las uniones del pavimento, que había sido reparado por

diferentes cuadrillas viales de Nuevo México, en distintas épocas. ¿Y si Argos

estuviera recibiendo un mensaje interestelar pero muy lentamente, por ejemplo,

un bit por hora, por semana o por década? ¿Y si hubiera murmullos muy antiguos

y pacientes, emitidos por civilizaciones que no tenían por qué saber que nos

cansamos de reconocer esquemas al cabo de segundos o minutos? Supongamos

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