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—Valerian no se dignó siquiera responder el cuestionario del Comité de
Selección. Lo descartó de plano porque no quiere separarse de su esposa,
¿verdad?, y conste que no estoy criticándolo. ¿No será que la mujer está enferma
o algo así?
—No. Que y o sepa, goza de perfecta salud.
—Bien. Me alegro por ellos. Envíele a la señora una nota de mi parte… dígale
algo así como que debe de ser una gran mujer, para que un astrónomo renuncie
al universo por ella. Pero esmérese con el lenguaje, Der Heer. Usted conoce el
estilo que me gusta. Agregue también alguna cita, algo de poesía quizá, pero
elegante. Todos podríamos aprender mucho de los Valerian. ¿Por qué no los
invitamos un día a cenar? Dentro de dos semanas viene el rey de Nepal… sería
la oportunidad justa.
Der Heer anotaba rápidamente. Tendría que llamar al encargado de
ceremonial de la Casa Blanca cuanto antes, y le quedaba otra llamada más
urgente aún. Hacía horas que no podía acercarse siquiera a un teléfono.
—Entonces la opción sería entre Arroway y Drumlin. Ella es unos veinte
años más joven, pero él tiene un estado físico envidiable. Practica deportes
arriesgados, es un científico brillante, tuvo un notable desempeño en la
decodificación del Mensaje y hará un muy buen papel cuando tenga que discutir
con los otros viejos. Nunca trabajó con armas nucleares, ¿verdad? No quiero
mandar a nadie que se hay a dedicado a armas nucleares.
» Bueno, Arroway también es excelente como científica. Estuvo al frente del
Proy ecto Argos, conoce todos los pormenores del Mensaje y posee una marcada
tendencia a la indagación. Es muy completa en todo sentido, y presentaría una
imagen más juvenil de nuestro país. —La Presidenta hizo una pausa.
» Y a usted le gusta, Ken, lo cual no tiene nada de malo. También a mí me
cae muy bien, pero a veces es un poco impertinente. ¿Escuchó la forma en que
respondió al interrogatorio?
—Creo que sé a qué parte se refiere. Sin embargo, el Comité de Selección
había estado casi ocho horas indagándola, y ella suele fastidiarse con las
preguntas que considera tontas. Drumlin es igual. Quizás ella incluso lo haya
aprendido de él, puesto que fue discípula suy a durante un tiempo, usted sabe.
—Sí; él también contestó varias tonterías. Aquí tenemos la grabación de
ambos interrogatorios; primero el de Arroway, y luego el de Drumlin. Oprima la
tecla de encendido, Ken.
En la pantalla de un monitor apareció Ellie, a quien entrevistaban en su
despacho de Argos. Hasta se alcanzaba a distinguir el papel amarillento con la
cita de Kafka. Tal vez, en un sentido amplio, Ellie habría sido más feliz si sólo
hubiera recibido silencio desde las estrellas. Tenía arrugas junto a la boca y
marcadas ojeras. Le notó también dos arrugas nuevas en el entrecejo. Al ver su
cara de agotamiento en videotape, Ken se sintió culpable.