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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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CIUDADES, PUEBLOS Y PAISAJES<br />

animales, y en verano trataban <strong>de</strong> guardar el frescor <strong><strong>de</strong>l</strong> patio,<br />

regándolo y cerrando su puerta para que no entrara el sol y estuviera<br />

el ambiente fresco.<br />

Preparaban el almuerzo por la mañana, teniendo o no alimentos<br />

para arreglarlo, pero cuando no había ya casi nada para que<br />

comieran los suyos, ellas se quedaban sin comer. Los mayores nos<br />

acordamos <strong>de</strong> ver algún niño marchar a cuidar dos o tres cabras<br />

con un poco <strong>de</strong> pan con agua clara, pero ordinariamente eran más<br />

elegantes las sopas <strong>de</strong> ajo y una sardina para tres bocas, cuando se<br />

hubieran comido con agrado una docena cada uno. Al que le tocaba<br />

la parte <strong>de</strong> <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> la sardina, se quedaba casi sin comer y<br />

más si algún pillo y hambriento, le hubiera sacado los ojos para<br />

tener la oportunidad <strong>de</strong> tomar algo. ¡Buenos apuros pasó un<br />

muchacho, que ya viejo me contaba: «Una vez me mandó la agüela<br />

con unos huevos <strong>de</strong> gallina a cambiarlos en una casa por sardinas<br />

<strong>de</strong> cubo, en o camino me comí los ojos y la abuela me mandó<br />

<strong>de</strong>volver las sardinas porque estaban sin ellos». Al habérselos comido<br />

y no saber dar solución al asunto le tocó una «aba<strong>de</strong>jada <strong>de</strong><br />

vara», es <strong>de</strong>cir le tocó sufrir cuatro estacazos. Otras veces daban<br />

mejor almuerzo porque consistía en aba<strong>de</strong>jo, guisado <strong>de</strong> muchas<br />

maneras, algunas veces con tomate, otras en salsa y a veces hacían<br />

para el trago <strong>de</strong> las diez unos trocitos con vinagre, aceite, echando<br />

algún trago <strong>de</strong> vino y alguna tajada <strong>de</strong> pan para acompañar<br />

al aba<strong>de</strong>jo.<br />

¡Qué bien guisaban aquellas mujeres a pesar <strong>de</strong> carecer <strong>de</strong> alimentos,<br />

porque, para comer generalmente hacían un cocido <strong>de</strong><br />

garbanzos o <strong>de</strong> judías y para cenar escudillaban migas <strong>de</strong> pan para<br />

cocinar el puchero <strong>de</strong> las sopas, los garbanzos o judías que iban<br />

acompañados con huesos rancios o con tocino! Llegaban a hacer<br />

verda<strong>de</strong>ros milagros con las guijas, leguminosas como las judías<br />

pero malas y duras como piedras, convirtiéndolas en un manjar<br />

muy agradable. Para realizar tal milagro ponían las guijas a remojo<br />

el primer día y al día siguiente las echaban <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una cazuela,<br />

que tapaban con un trapo fuerte <strong>de</strong> cáñamo y encima <strong>de</strong> él,<br />

colocaban la ceniza bien limpia y porgada; entretanto hervían el<br />

agua para escaldarlas, teniéndolas toda la noche y al tercer día las<br />

cocían. Luego las lavaban y les quitaban la piel, <strong>de</strong>jándolas convertidas<br />

en un <strong><strong>de</strong>l</strong>icioso puré, acompañado <strong>de</strong> una cebolla cocida<br />

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