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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

414<br />

sus melenas han dado pruebas <strong>de</strong> su fuerza física y <strong><strong>de</strong>l</strong> po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su<br />

amor; hace unos días se vio en la televisión a una hermosa mujer,<br />

engancharlas en el tiro <strong>de</strong> un enorme autobús y ella, agachada<br />

sobre una escalera, hacía presión con sus manos y sus pies sobre las<br />

escalas y lo arrastraba. Pero leyendo la Biblia, la bella Dalila en el<br />

siglo VIII antes <strong>de</strong> Cristo, tenía unos cabellos prodigiosos no solo<br />

para enamorar, sino para traicionar al gran Sansón, un hombre fornido,<br />

que triunfaba sobre los filisteos; estos, que se veían perdidos,<br />

encargaron a Dalila que lo enamorase y se enterase <strong><strong>de</strong>l</strong> misterio <strong>de</strong><br />

sus fuerzas. Y es que Sansón tenía una pelambrera <strong>de</strong>scomunal que<br />

le llevaba a vencer a cualquier enemigo que se le resistiese, por<br />

ejemplo, dicen que cogió con sus manos un melenudo león y le <strong>de</strong>scoyuntó<br />

sus mandíbulas. Pero con Dalila el problema era diferente<br />

porque sus cabellos le encendían su corazón en amor, al entrar en<br />

contacto con los abundantes, bellos y perfumados <strong>de</strong> Dalila, que<br />

llegó a darse cuenta <strong><strong>de</strong>l</strong> misterio capilar <strong>de</strong> su enamorado y le cortó<br />

el cabello. Entonces Sansón perdió sus fuerzas y cayó en manos <strong>de</strong><br />

los filisteos, sus enemigos, que se ensañaron con él y le sacaron los<br />

ojos. Estuvo atado en una columna <strong><strong>de</strong>l</strong> gran salón don<strong>de</strong> ellos se<br />

reunían y no previeron que el pelo crece y que, aunque aquellos<br />

«pelillos fueran a la mar», volvían a <strong>de</strong>sarrollarse, como lo tiene<br />

comprobado Augusto, cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un mes o <strong>de</strong> dos vuelven<br />

a sentarse en su sillón aquellos a los que había cortado el pelo. Y a<br />

Sansón le crecieron los pelos <strong>de</strong> su cabeza y cuando él mismo calculó<br />

que ya tenía bastantes energías para <strong>de</strong>sarrollar sus fuerzas, se<br />

agarró a una <strong>de</strong> las columnas a las que estaba atado, la forzó e hizo<br />

caer el edificio sobre él mismo y sobre los numerosos filisteos que<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él estaban.<br />

Estaba un calvo escuchando nuestra conversación y, un poco<br />

mosqueado por nuestras alusiones a los calvos, exclamó: «Todos los<br />

burros tienen buenas pelambreras, porque yo no conozco ninguno<br />

calvo». Augusto le contestó: «Yo tampoco conozco ningún<br />

melón que tenga pelos».<br />

Ser calvo, en estos días, no supone ningún inconveniente, porque<br />

muchos que no lo son se afeitan la cabeza y ya es raro ver a<br />

alguien que se ponga una peluca. A<strong>de</strong>más, sin llevarla, muchos lo<br />

aparentan porque su pelo se lo pintan <strong>de</strong> vistosos colores, que no<br />

tienen nada que ver con la naturaleza humana y uno ya duda si la

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