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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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AGUA Y RIEGOS<br />

<strong>de</strong> esas cualida<strong>de</strong>s y organizaban rogativas en Huesca y en todo el<br />

Somontano, cuyas parroquias acudían a ellas con sus cruces<br />

parroquiales, hasta sesenta según algunos, y se repetían los prodigios<br />

antiguos, mojándose <strong>de</strong> tal forma la cabeza <strong><strong>de</strong>l</strong> santo, que el<br />

arzobispo <strong>de</strong> Zaragoza prohibió que lo sacaran <strong>de</strong> procesión en las<br />

rogativas.<br />

¡Ojalá, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las rogativas que se van a hacer en Huesca,<br />

la lluvia moje nuestras cabezas!<br />

Las huertas<br />

Todo eran huertas en el camino <strong>de</strong> Entretapias. Por él caminaban<br />

lentamente, leyendo su breviario, aquellos curas <strong>de</strong> manteo y<br />

teja. Siempre, en tiempos pasados, fueron los curas y los esquiladores<br />

los mejores conocedores <strong>de</strong> los buenos carasoles. El camino<br />

<strong>de</strong> Entretapias era carasolero y miaja bentolero, pues las tapias que<br />

le daban nombre amansaban a<strong>de</strong>más el ímpetu <strong>de</strong>sbocado <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

viento. El polvo <strong>de</strong> estos caminos era, como el <strong>de</strong> los molinos, cada<br />

vez más impalpable; permanecía en el suelo y solo se alborotaba<br />

cuando pasaba el ganado. En las bardas <strong>de</strong> las tapias vivían las<br />

siemprevivas, que langui<strong>de</strong>cían con el calor <strong><strong>de</strong>l</strong> verano, pero<br />

cobraban nueva vida con el relente nocturno y el agua <strong>de</strong> las tormentas.<br />

En primavera alcanzaban las siemprevivas su máxima vitalidad<br />

y algunas se <strong>de</strong>scolgaban hacia el camino, por ver a los caminantes,<br />

y otras lo hacían hacia el interior <strong>de</strong> las huertas para observar<br />

a los hortelanos. Estos, como las hormigas, eran seres <strong>de</strong> actividad<br />

incesante; preparaban la tierra para poner las semillas <strong>de</strong> las<br />

que saldrían las plantas para llenar las eras <strong>de</strong> tomates, pimientos,<br />

berenjenas, que luego llevarían las mujeres al mercado, brillantes,<br />

como sus largos pendientes. Pocos ratos <strong>de</strong> ocio le quedaban al<br />

hortelano, pero cuando tenía oportunidad, cuidaba las macetas<br />

que adornaban el sombrajo que se apoyaba en la caseta y la parra<br />

que le proporcionaba algún racimo <strong>de</strong> uva <strong>de</strong> «cojón <strong>de</strong> gato».<br />

Tenía unas macetas que eran representaciones <strong>de</strong> unos políticos<br />

bigotudos, entre los que se encontraba Castelar. El perro <strong><strong>de</strong>l</strong> hortelano,<br />

saliendo en su <strong>de</strong>fensa, no hacía nada, pero no impedía a<br />

nadie que hiciese algo, pues estaba atado a una estaca. El pobre<br />

hortelano, asido a su azada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño, había convertido su<br />

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