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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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TEMAS VARIADOS<br />

Todo el mundo no conocía el pequeño acontecimiento porque,<br />

si se divulgaba, los curiosos tal vez lo hubieran interrumpido.<br />

Llegó la primavera <strong><strong>de</strong>l</strong> año 1982, que como todas las primaveras<br />

la sangre altera, incluyendo la <strong>de</strong> los engañapastores, que revoloteaban<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong><strong>de</strong>l</strong> tractor y acarreaban pajitas y hierbas al<br />

nuevo nido. Amado Baus, vecino <strong>de</strong> José Luis, estaba esperándolo<br />

sentado en una pared y vio cómo el engañapastor, sobre un<br />

montón <strong>de</strong> arena que allí estaba, engañaba a la engañapastora. Yo<br />

me imagino una danza <strong>de</strong> plumas en el aire, <strong>de</strong> volteretas graciosas<br />

y enamoradas, <strong>de</strong> reverencias elegantes <strong><strong>de</strong>l</strong> engañador a la<br />

engañada y <strong>de</strong> elegantes saludos a la amada, y por fin el tremolar<br />

<strong>de</strong> plumas en éxtasis <strong>de</strong> amor.<br />

A los pocos días la pajarica empezó a poner huevos en el nido<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> tractor hasta el número <strong>de</strong> cinco. Cuando José Luis por la<br />

mañana iba a ocupar el tractor para ir a labrar, se agachaba y<br />

miraba a la pájara y esta se lo miraba a él, sin asustarse. Había<br />

surgido la amistad. Alguna vez al cerrar con fuerza la puerta <strong>de</strong><br />

la cabina, salía la madre, pero volvía a incubar los huevos.<br />

Labraba los campos y se sentía acompañado por la pareja que<br />

revoloteaba a su alre<strong>de</strong>dor. Salieron <strong><strong>de</strong>l</strong> huevo los pajaricos un<br />

domingo, y otro domingo, a los quince días justos <strong>de</strong> su nacimiento,<br />

se lanzaron a volar. José Luis los observaba como algo<br />

suyo y veía cómo los padres buscaban alimento en los surcos y se<br />

lo llevaban a sus hijos. Al principio hacían pocos viajes en busca<br />

<strong>de</strong> cebo pero los tres últimos días casi no daban abasto. A pesar<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> traqueteo <strong><strong>de</strong>l</strong> tractor las crías vivían felices en el nido; solamente<br />

cuando labraba por las la<strong>de</strong>ras empinadas se asomaban<br />

como presintiendo un peligro.<br />

Al llegar el año 1983 a la siembra <strong><strong>de</strong>l</strong> girasol, el tractorista otra<br />

vez observó las evoluciones <strong>de</strong> los engañapastores, que volvieron a<br />

fabricar su nido y a poner huevos, pero un día se dio cuenta <strong>de</strong>sconsolado<br />

que no había nada <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él.<br />

¿Quién tuvo la culpa <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong>sastre? ¿Algún vecino que metió las<br />

manos don<strong>de</strong> no <strong>de</strong>bía o fue un pobre gato <strong>de</strong> su propia casa?<br />

Nunca más se supo <strong>de</strong> los engañapastores.<br />

Hay quien dice que las aves también evolucionan hacia nuevas formas<br />

<strong>de</strong> vida pero nosotros, ¿les <strong>de</strong>jamos seguir esa marcha evolutiva?<br />

1985<br />

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