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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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TEMAS VARIADOS<br />

recios para freír el almuerzo, calentar el cal<strong>de</strong>ro, guisar la comida,<br />

volver a calentar las patatas <strong>de</strong> los cerdos <strong>de</strong> nuevo en el cal<strong>de</strong>ro y<br />

la cena, secar los peducos <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre al volver <strong><strong>de</strong>l</strong> monte y echar la<br />

última calentada. Aquel día, al enterrar los pocas brasas que quedaban<br />

con la ceniza, bajamos a la cuadra para mirar cómo las<br />

arañas se movían por sus telas, cómo las pocas moscas que quedaban,<br />

torponas por la estación fría, se enganchaban en las re<strong>de</strong>s<br />

para ser <strong>de</strong>voradas y cómo la mula torda se echaba pedos; Jorge le<br />

levantaba la cola y le ponía una cerilla apagada cerca <strong><strong>de</strong>l</strong> «caga<strong>de</strong>ro»<br />

y cuando salía el gas se encendía con un ruido <strong>de</strong> soplido que<br />

se acababa cuando la llama alcanzaba su apogeo. Al oír el macho<br />

morico ese soplido, él resoplaba, «Brrrrrr...», y bateba a coda, mascando<br />

con un ruido característico los cuatro granos que le quedaban<br />

y que rebuscaba goloso entre la paja <strong><strong>de</strong>l</strong> pesebre. Dábamos volteretas<br />

los niños, mientras tanto, sobre la colchoneta <strong>de</strong> pinocheras<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> camastro y comprendía que el Niño Jesús hubiera querido<br />

nacer entre una mula y un buey.<br />

Jesús pudo haber nacido en un castillo, pero prefirió el encanto<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> establo, <strong>de</strong> la sombra <strong>de</strong> las palmeras y el <strong>de</strong> una humil<strong>de</strong><br />

carpintería, al encantamiento seductor <strong>de</strong> los castillos encantados.<br />

El encantamiento <strong>de</strong> esos castillos, su maleficio, en unos<br />

casos producido por fantasmas, muchos <strong>de</strong> ellos revestidos con<br />

sábanas y sonorizados con ca<strong>de</strong>nas, parece un sueño <strong>de</strong> la imaginación.<br />

Kafka entendió que en El Castillo se encerraba el fantasma<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> po<strong>de</strong>r; muchos hombres quieren tener acceso a su recinto<br />

atraídos por un encanto no natural, que no llena <strong>de</strong> gozo los<br />

sentidos y el alma, sino por un encanto alucinante y alienante<br />

producido por el encantamiento maléfico que ejerce el fantasma<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> po<strong>de</strong>r. Del encanto <strong><strong>de</strong>l</strong> establo hemos pasado al <strong>de</strong>sencanto<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> castillo a través <strong><strong>de</strong>l</strong> encantamiento; se trata <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sencanto<br />

por <strong>de</strong>sengaño.<br />

Fray Luis <strong>de</strong> León dice: «Despiértenme las aves con su cantar<br />

sonoro, no aprendido; no los cuidados graves <strong>de</strong> quien siempre es<br />

seguido, quien al humano trato está atenido». Y en esos versos<br />

queda <strong>de</strong>finido ese paso <strong><strong>de</strong>l</strong> encanto al <strong>de</strong>sencanto, pero muchas<br />

veces se encuentra uno con estadios intermedios que reflejan o<br />

producen en el alma asombro unos, angustia vital, melancolía o<br />

nostalgia otros.<br />

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