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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

62<br />

averiguarlo. Así como Simón en el pueblo era el único enterrador,<br />

Pascual fue en Huesca el último que condujo a los difuntos<br />

en un coche <strong>de</strong> caballos mortuorio, como una carroza en la que<br />

se hacía el último viaje y no triunfal precisamente. Era tirada esa<br />

carroza por un tronco <strong>de</strong> caballos negros con un penacho blanco<br />

entre sus cortas orejas. Pascual iba revestido <strong>de</strong> negra librea con<br />

alamares dorados, que concordaba con su rostro moreno y taciturno.<br />

A su paso por los Porches, la gente se levantaba <strong>de</strong> sus<br />

butacas <strong><strong>de</strong>l</strong> Flor, <strong><strong>de</strong>l</strong> Universal y <strong>de</strong> los varios bares que allí estaban<br />

ubicados y unos inclinaban reverentemente la cabeza y otros<br />

hacían <strong>de</strong>votamente la señal <strong>de</strong> la cruz. Años antes el difunto era<br />

conducido a hombros hasta los Porches, don<strong>de</strong> se introducía en<br />

la carroza, allí se disolvía el duelo y los más allegados iban al<br />

cementerio. Los había que no respetaban ni la muerte, como un<br />

cestero apodado «Carrusco», que en cierta ocasión, cuando iba a<br />

ser introducido el féretro en la carroza, arreó a los caballos que<br />

se arrancaron veloces. Los que iban en el duelo no vieron oportuno<br />

ponerse a gritar por no romper el silencio respetuoso que<br />

acompaña a tan tristes <strong>de</strong>spedidas. Pascual emprendió el camino<br />

tan trillado por sus caballos y rutinariamente con su trote monótono<br />

alcanzó las puertas <strong><strong>de</strong>l</strong> camposanto, dio una voz al conserje<br />

gritando: «¡Sacadme a ese, que tengo prisa!». No le faltaba razón<br />

pues en épocas <strong>de</strong> epi<strong>de</strong>mias hacía conducciones a <strong>de</strong>stajo por<br />

ser el único conductor <strong>de</strong> la única carroza funeraria <strong>de</strong> la ciudad.<br />

El conserje llamó a los enterradores, que acudieron presurosos y<br />

comprobaron atónitos que el muerto se había perdido y exclamó:<br />

«¡Ya me ha jodido “Carrusco”!». Des<strong>de</strong> entonces muchos oscenses<br />

llamaban a Pascual el «Pier<strong>de</strong> Muertos». Hizo volver rápidamente<br />

a sus corceles hacia la ciudad y cuando llegaba a la altura<br />

<strong>de</strong> la Fuente <strong><strong>de</strong>l</strong> Ibón, hoy paso a nivel <strong><strong>de</strong>l</strong> ferrocarril, divisó<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su pescante el cortejo funeral; los portadores <strong><strong>de</strong>l</strong> féretro<br />

avanzaban lentamente y cansados por el peso <strong><strong>de</strong>l</strong> muerto, uno<br />

exclamó: «¡Ya era hora <strong>de</strong> que aparecieras! ¡Y no vuelvas a per<strong>de</strong>r<br />

más muertos!».<br />

Montenegro quería mucho a sus caballos y dormía con ellos en<br />

la cuadra. Cuando iba a los bares a tomar café les guardaba el azúcar<br />

y al volver a los establos, que estaban en la huerta <strong><strong>de</strong>l</strong> hospicio,<br />

relinchaban <strong>de</strong> alegría al tiempo que orientaban sus orejas al lugar

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