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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

380<br />

ven melenas <strong>de</strong> pitecántropos mentales o cabelleras <strong>de</strong> «fembras<br />

placenteras».<br />

La posibilidad matemática <strong>de</strong> combinaciones es infinita y abre<br />

al pensador horizontes ilimitados pero el quinielista tienta al azar<br />

por el atajo <strong>de</strong> su quiniela. La quiniela es un reconocimiento <strong>de</strong><br />

nuestra limitación mental pero que <strong>de</strong>ja en nosotros, por el atajo<br />

<strong>de</strong> las múltiples combinaciones, la esperanza <strong>de</strong> un acierto pleno<br />

que por un tiempo nos convertirá en uno <strong>de</strong> esos dioses clásicos<br />

que tenían todos los vicios <strong>de</strong> los humanos y que, como ellos,<br />

envejecían y morían. Los había románticos como Céfiro, personificación<br />

<strong>de</strong> un viento suave que acariciaba los cabellos <strong>de</strong> las<br />

náya<strong>de</strong>s, y otros como Pan, dios cornudo, que con su flauta<br />

seducía sus corazones.<br />

La filosofía acabó con los dioses y los griegos se sometieron a los<br />

romanos, que creían en otros dioses. Nosotros, entre tanto, sin<br />

<strong>de</strong>jar la lotería, entramos en el bingo y en las máquinas tragaperras;<br />

sin salir <strong>de</strong> las quinielas futbolísticas entramos en las equinas.<br />

Los griegos buscaban evasión y ayuda en sus dioses protectores,<br />

nosotros nos escapamos <strong>de</strong> las preocupaciones y buscamos solución<br />

económica a nuestra vida por el atajo <strong>de</strong> los juegos.<br />

Las naciones po<strong>de</strong>rosas usan juegos más sofisticados, por ejemplo<br />

los cohetes. Acabo <strong>de</strong> oír por la radio que dos <strong>de</strong> esos artefactos<br />

espaciales a los que se había dado, electrónicamente, la or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong> arrancar, no lo habían hecho porque su cerebro mecánico se<br />

había confundido.<br />

Yo pienso que la misma confusión existe en los cerebros <strong>de</strong><br />

aquellos que los lanzan al espacio, que no saben si lo hacen por<br />

buscar no sé qué vida, o quizá su propia inmortalidad, o por escapar<br />

por el atajo <strong>de</strong> los problemas diarios <strong>de</strong> los mortales, que lo<br />

serían menos si con las fortunas tiradas al cosmos pudieran hacerse<br />

más cultos, más solidarios y estar mejor alimentados.<br />

Me acuerdo <strong>de</strong> El inmortal <strong>de</strong> Borges, en que un jinete que<br />

venía <strong>de</strong> oriente buscaba la ciudad <strong>de</strong> los inmortales. Los filósofos<br />

en Roma le habían dicho al protagonista que «dilatar la vida <strong>de</strong> los<br />

hombres era dilatar su agonía y multiplicar el número <strong>de</strong> sus<br />

muertes».<br />

La congelación <strong>de</strong> los cadáveres, como el <strong>de</strong> Kennedy, ¿no es<br />

otro intento <strong>de</strong> alcanzar la inmortalidad? ¿No irán los astronautas

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