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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

444<br />

contenido. Dicho libro era muy nombrado entre los campesinos y<br />

<strong>de</strong>cían <strong><strong>de</strong>l</strong> que lo tenía que era brujo. Hubo quien tratando <strong>de</strong> <strong>de</strong>shacerse<br />

<strong>de</strong> él, lo echó en el fuego <strong><strong>de</strong>l</strong> hogar y, en lugar <strong>de</strong> quemarse,<br />

salió íntegro por la chimenea. Yo hasta hace poco tiempo<br />

creía que era algo exclusivo <strong>de</strong> nuestra tierra, pero me he enterado<br />

que se ven<strong>de</strong> en Galicia y en la Argentina. Hablando <strong>de</strong> la existencia<br />

<strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res <strong><strong>de</strong>l</strong> mal dice que se contrarrestan con la cruz,<br />

y el cazador, <strong>de</strong> acuerdo con esta norma, <strong>de</strong>positó sobre la ropa<br />

femenina una pequeña cruz que llevaba y siguió esperando. Por<br />

fin vio avanzar un gato negro, que se dirigió directamente a las<br />

vestimentas pero al llegar a ellas, se mostró inquieto y como no<br />

sabiendo qué hacer. Había visto la cruz. El amagado salió <strong>de</strong> su<br />

escondrijo y le habló al gato diciéndole: «¿De dón<strong>de</strong> vienes?». Le<br />

contestó: «Vengo <strong>de</strong> Velillas <strong>de</strong> dar mal dau a una mujer preñada<br />

para que aborte». «¿Cómo pue<strong>de</strong>s hacer esas cosas?», le preguntó<br />

el cazador, a lo que contestó el gato: «Es que todos los días he <strong>de</strong><br />

hacer un mal porque tengo trato con el <strong>de</strong>monio». «Pues ya pue<strong>de</strong>s<br />

volver a Velillas a quitarle el mal a esa mujer y dáselo a la clueca».<br />

Así lo hizo el gato, y cuando volvió, el buen hombre quitó la<br />

cruz <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> las ropas, se reconvirtió el gato en mujer, se vistió<br />

y se fue. No me aclaró el anciano <strong>de</strong> ochenta y cinco años que<br />

me lo contó, y que todavía vive, si conoció a la mujer y si la vio vestir,<br />

pero sí me dijo que al cabo <strong>de</strong> unos días se enteró que había<br />

nacido un niño en Velillas y que la clueca <strong>de</strong> la misma casa en que<br />

había tenido lugar tan feliz acontecimiento no había sacado pollos.<br />

Esa <strong>de</strong>generación <strong><strong>de</strong>l</strong> encanto por el arte <strong><strong>de</strong>l</strong> encantamiento o<br />

hechicería no es exclusiva <strong>de</strong> tiempos pasados. Hoy hay procedimientos<br />

más mo<strong>de</strong>rnos para hechizar a la gente. Basta ver esos<br />

anuncios en que al joven se le ofrece un automóvil inasequible<br />

para sus medios económicos, al que acce<strong>de</strong>n alocadas «fembras placenteras».<br />

Muchos jóvenes, sacando a sus padres el dinero ahorrado,<br />

lo compran, y los que no se dan contra un árbol se quedan más<br />

solos que un muerto y más solteros que los <strong>de</strong> Plan. ¡Dios mío qué<br />

solos se quedan los muertos!, como <strong>de</strong>cía Bécquer, y ¡qué solos se<br />

han quedado los <strong>de</strong> Plan!, como dicen algunos periódicos.<br />

¡Cómo brillan esas copas <strong>de</strong> licor espirituoso en nuestras pantallas,<br />

que constituyen también un encantamiento hechicero para<br />

ganar en el amor, en los negocios y en el trato social!

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