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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

434<br />

Encantos,<br />

<strong>de</strong>sencantos y encantamientos<br />

La vida tiene sus encantos y si no los tuviera, habría que inventarlos,<br />

porque el encanto es aquello que suspen<strong>de</strong> siquiera por un<br />

momento las penas <strong><strong>de</strong>l</strong> alma, causa admiración y llena <strong>de</strong> gozo los<br />

sentidos. Eso es lo que a mí me pasa en presencia <strong>de</strong> un niño o <strong>de</strong><br />

una bella mujer. La vida mo<strong>de</strong>rna, tan materialista y tan agitada,<br />

nos impi<strong>de</strong> fijar nuestra atención en aquello que podría causarnos<br />

encanto y cun<strong>de</strong> el <strong>de</strong>sencanto en el que lo ha poseído alguna vez,<br />

un estado carente <strong>de</strong> encanto o melancólico en el que no lo ha<br />

poseído o una angustia en el que lo busca; por eso lo niños que son<br />

todo encanto e ilusión <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> serlo tan pronto. Menos mal que<br />

quedan los poetas, que son capaces <strong>de</strong> encontrar el encanto en<br />

personas, en animales y en cosas, que los enamoran o encantan.<br />

«¿Qué es poesía?, dices mientras clavas / en mi pupila tu pupila<br />

azul. / ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía... eres tú».<br />

Esa mujer encantó a Bécquer, pero también lo encantó aquella<br />

arpa, simple objeto que, «<strong><strong>de</strong>l</strong> salón en el ángulo oscuro, / <strong>de</strong> su<br />

dueño tal vez olvidada, / silenciosa y cubierta <strong>de</strong> polvo», esperaba<br />

que una mano <strong>de</strong> nieve supiera arrancarle las notas. Si esas notas<br />

hubiesen sido acompañadas por una canción, tal vez compren<strong>de</strong>ríamos<br />

mejor que encantar viene <strong><strong>de</strong>l</strong> latín in-cantare y las sirenas,<br />

encantando con sus voces a los nautas <strong>de</strong> Ulises, algo <strong>de</strong> esto nos<br />

confirman. Hay, sin embargo, cierta diferencia entre uno y otro<br />

encanto, y es que el que logra una bella mujer en nosotros, sin proponérselo,<br />

es el verda<strong>de</strong>ro; esa mujer es encantadora, no hechicera,<br />

ya que las sirenas son otra clase <strong>de</strong> encantadoras, pues encantan<br />

alterando la razón para conseguir sus perversos propósitos.<br />

El encanto es más noble que el hechizo, porque este «supone<br />

daño y causa temor, es en <strong>de</strong>finitiva sinónimo <strong>de</strong> maleficio». Sin<br />

embargo el sentido <strong>de</strong> las palabras no es tan estricto en el lenguaje<br />

ordinario, porque <strong>de</strong>cir que una mujer hechiza con su mirada<br />

no suele ser mal interpretado, igual que cuando una joven dice <strong>de</strong><br />

un joven que está <strong>de</strong> un guapo que marea.<br />

He dicho que una mujer hermosa o un niño pue<strong>de</strong>n encantarnos,<br />

como pue<strong>de</strong>n hacerlo una flor, un paisaje o una buena reproducción<br />

artística <strong>de</strong> esas personas, <strong>de</strong> esa flor o <strong>de</strong> ese paisaje.

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