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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

418<br />

Los relojeros antiguos y mo<strong>de</strong>rnos se dieron y se dan cuenta<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> paso <strong><strong>de</strong>l</strong> tiempo, pues en muchos relojes <strong>de</strong> péndulo está<br />

escrito: «Tempus fugit», el tiempo huye. Pero a pesar <strong>de</strong> su huida<br />

sí que tiene corazón el tiempo, por ejemplo el <strong>de</strong> un amor que<br />

muchos hombres y mujeres transmitieron a las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />

casa, con sus láminas <strong>de</strong> santos, <strong>de</strong> guerreros y guerrilleros, <strong>de</strong><br />

antiguas fotos <strong>de</strong> bodas y bautizos, <strong>de</strong> fiestas populares y <strong>de</strong> bailes<br />

<strong>de</strong> jota y el <strong><strong>de</strong>l</strong> tic-tac, que como un cordial brota <strong><strong>de</strong>l</strong> reloj y<br />

que a lomos <strong>de</strong> mulas trajeron los ancestros <strong>de</strong> Olorón o <strong>de</strong> Pau.<br />

La viuda o el viudo recordaban al escuchar ese tic-tac, las ahora<br />

caricias ausentes y las luchas <strong>de</strong> sus hijos en las capitales por vivir<br />

y por sacar a los nietos a<strong><strong>de</strong>l</strong>ante.<br />

Aquellas tablas ya sufrieron la injuria <strong><strong>de</strong>l</strong> transporte y perdieron<br />

su equilibrio por carcomas, <strong>de</strong>sajustes <strong>de</strong> los muros o alabeos<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ros y <strong>de</strong> vigas. A veces trajeron solamente la máquina y el<br />

carpintero <strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a fabricó la caja, con aquellos pesados instrumentos,<br />

o el albañil colocó en un hueco, a modo <strong>de</strong> alacena, en un<br />

rincón <strong>de</strong> la escalera la esfera, el péndulo y la rueda Catalina,<br />

haciéndole el carpintero una puerta, con una ventana esférica,<br />

para po<strong>de</strong>r contemplar las saetas y las agujas, que marcaban las<br />

horas.<br />

Envejeció el reloj <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo modo que envejecieron los sucesivos<br />

habitantes <strong>de</strong> la casa y hasta esta casa fue conociendo los achaques<br />

que el paso <strong>de</strong> las horas que el reloj cantaba y contaba, <strong>de</strong><br />

segundo tras segundo acompañados por su tic-tac sonoro, que<br />

parece mentira que tuviera el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> acumular años y años, que<br />

pasan y que pesan y marchitan, como he dicho, a las personas, a<br />

las casas y al aparato mismo, que venido <strong>de</strong> Francia, se cuartea, se<br />

la<strong>de</strong>a y pier<strong>de</strong> su equilibrio, para, por fin, enmu<strong>de</strong>cer.<br />

Yo recuerdo, como también uste<strong>de</strong>s lo harán, la canción que<br />

<strong>de</strong>cía: «Mi abuelito tenía un reloj <strong>de</strong> pared, que compró cuando él<br />

nació... pero un día el reloj, <strong>de</strong> tan viejo se paró y con él mi abuelito<br />

se murió».<br />

«Tempus fugit» está escrito, como he dicho, en la esfera <strong>de</strong> numerosos<br />

relojes <strong>de</strong> péndulo y ese mismo reloj <strong>de</strong>muestra la verdad <strong>de</strong><br />

tal axioma porque aquellos relojes, al hacerlos, los pintaban con<br />

colores alegres y vivos, unas veces con flores, otras con caballeros y<br />

con damas, que soñaban en el amor, y hoy sus colores se han vuelto

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