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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

300<br />

¿Se marchó la alegría con la pena <strong>de</strong> los pueblos?<br />

Todavía fue más lejos la tragedia, pues tristeza y alegría son<br />

patrimonio <strong>de</strong> los hombres; fue soledad la que sentó dominio en<br />

los pueblos <strong>de</strong> <strong>Aragón</strong>. Sus tristezas y alegrías fueron vida, en otro<br />

tiempo. ¿Verdad, Concheta?<br />

Piros o el fuego en los pueblos<br />

El fuego ha sido como una divinidad entre los hombres, ya que<br />

lo utilizaban para quemar, para guisar, para alumbrar, para hacer<br />

sacrificios a los dioses, para producir aromas, como en el caso <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

incienso y nos ha recordado también su existencia en el infierno y<br />

en el cielo, viendo a los Reyes Magos seguir la ruta que les marcaba<br />

un cometa, también <strong>de</strong> fuego. En nuestra tierra hay una leyenda<br />

que atribuye a los Pirineos un origen pirógeno, o sea, que fueron<br />

dioses <strong><strong>de</strong>l</strong> fuego los que los crearon. Eso ha movido a las gentes<br />

a cultivar las hogueras y basta recordar las que se hacían ar<strong>de</strong>r<br />

en Siétamo para darse uno cuenta <strong>de</strong> la sacralidad, <strong><strong>de</strong>l</strong> carácter<br />

mágico y preventivo o profiláctico <strong><strong>de</strong>l</strong> fuego. Yo me acuerdo <strong>de</strong> la<br />

hoguera que se quemaba en la Plaza Mayor, <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> la Cruz,<br />

con motivo <strong>de</strong> la festividad <strong>de</strong> la Virgen <strong>de</strong> la Esperanza, el día 18<br />

<strong>de</strong> este mes <strong>de</strong> diciembre. Los chicos <strong><strong>de</strong>l</strong> pueblo, ya unos días<br />

antes, iban por las calles pidiendo leña, gritando: «Den leña “pa”<br />

la Virgen <strong>de</strong> la Esperanza». Pero las gentes no solo daban leña, sino<br />

que aprovechaban la ocasión para echar a la hoguera sillas viejas,<br />

carros ya medio <strong>de</strong>shechos y objetos que ya no iban a ser nunca<br />

útiles. Quemaban incluso las botas <strong>de</strong> vino que ya no valían,<br />

poniéndolas colgadas en un largo palo y haciéndolas girar sobre<br />

los asistentes a la hoguera, ardiendo muy bien ya que en las juntas<br />

<strong>de</strong> sus costuras, todavía conservaban a pesar <strong>de</strong> sus años, gotas <strong>de</strong><br />

la pez o alquitrán con la que las habían impermeabilizado. Debían<br />

<strong>de</strong> tener cuidado <strong>de</strong> que no les cayera alguna gota <strong>de</strong> esa sustancia<br />

<strong>de</strong>rretida, pues les podía quemar.<br />

La víspera <strong>de</strong> la fiesta, allá a las ocho o nueve <strong>de</strong> la noche,<br />

encendían la hoguera muy bien preparada y todos se ponían a gritar:<br />

«¡Viva la Virgen <strong>de</strong> la Esperanza!» y las botas <strong>de</strong> vino daban<br />

vueltas seguidas entre los asistentes, que entre trago y trago<br />

comían algún higo seco, alguna bellota dulce o nueces, uvas pasas

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