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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

374<br />

lugares bajos, don<strong>de</strong> la humedad oscurecía la tierra. Juan el viajero<br />

se <strong>de</strong>spidió al día siguiente <strong>de</strong> Eleazar, <strong>de</strong> quien en tan poco<br />

tiempo y con tan pocas palabras se había hecho amigo. Llegó la<br />

primera guerra mundial al año siguiente (1914) y Jean se vio enrolado<br />

en ella pero cuando acabó, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sufrido tantas<br />

calamida<strong>de</strong>s, se acordó <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre que seguramente seguiría<br />

haciendo la paz en Provenza y volvió a verlo. Ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos divisó<br />

cómo una alfombra gris cubría las montañas. En ese bosque tan<br />

joven, se había cambiado el paisaje. Allí estaba Eleazar, que conservaba<br />

solo cuatro ovejas para que su anterior rebaño no perjudicase<br />

las tiernas plantas y vivía <strong>de</strong> cien colmenas, cuyas abejas al<br />

mismo tiempo le fecundaban las plantas. El bosque tenía once<br />

kilómetros <strong>de</strong> largo por tres <strong>de</strong> ancho. Se abrazaron y «cuando<br />

volvimos al pueblo, (escribe Jean) vi agua corriendo por los riachuelos,<br />

al mismo tiempo que reapareció el agua, también lo<br />

hicieron los sauces, juncos, prados, jardines, flores y una nueva<br />

razón <strong>de</strong> existir».<br />

En el año 1939 estalló la guerra mundial y durante ella estuvieron<br />

en peligro los árboles, con tanto cariño cultivados, a causa<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> uso <strong>de</strong> los vehículos <strong>de</strong> gasógeno, pero la lejanía <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong><br />

cualquier estación <strong>de</strong> ferrocarril los salvó.<br />

En 1945 volvió Jean a la comarca antes estéril, que ahora era<br />

recorrida por un autobús. ¡Había subido la calidad <strong>de</strong> vida! En<br />

Vergons, don<strong>de</strong> antes solo vivían tres personas atrasadas que casi<br />

se odiaban unas a otras, manteniéndose atrapando algunos animales<br />

con cepos como si se tratara <strong>de</strong> hombres primitivos, ahora<br />

había veinticinco habitantes y las cinco casas habían sido restauradas<br />

y ro<strong>de</strong>adas <strong>de</strong> jardines. La fuente «manaba con alegre murmullo»<br />

y a su lado crecía un tilo florecido, en su tiempo <strong>de</strong> floración.<br />

Aquel viento violento y endiablado había <strong>de</strong>jado paso a una<br />

brisa que olía a ozono, «los viejos riachuelos, alimentados por las<br />

lluvias y las nieves que el bosque atraía <strong>de</strong> nuevo». «Gentes <strong>de</strong> otros<br />

lugares don<strong>de</strong> la tierra era más cara, se habían instalado allí y los<br />

jóvenes reían y aportaban su alegría».<br />

Un solo hombre realizó una labor <strong>de</strong> dioses, recreando una<br />

naturaleza muerta. ¿Por qué, estimulados por tal ejemplo, no nos<br />

comprometemos todos a plantar a lo largo <strong>de</strong> la vida tantos árboles<br />

como tengamos oportunidad? Si no po<strong>de</strong>mos plantar muchos,

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