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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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TEMAS VARIADOS<br />

gran<strong>de</strong>s ocasiones acudían los mozos a anunciar a todo el mundo<br />

que era fiesta. Cuando había incendios, sonaban las campanas con<br />

mucha fuerza y «aprisa, aprisa», haciendo que todas las campanas<br />

fueran repicadas. Cuando venía una tronada, en los pueblos don<strong>de</strong><br />

no había esconjura<strong>de</strong>ro, algún valiente que vencía el miedo que le<br />

producían los rayos se subía al campanario para que, al escuchar<br />

el repique <strong>de</strong> las campanas, el Señor evitase que las nubes lanzaran<br />

sus terribles rayos.<br />

En Biel estaba la campana <strong>de</strong> los perdidos. Iba el sacristán y<br />

cuando se hacía <strong>de</strong> noche, tocaba, para que nadie se perdiera, lentamente:<br />

plon, plon, plon.<br />

Antes, como hemos visto, con las campanas se comunicaba la<br />

gente, pero ahora, cuando pasas por uno <strong>de</strong> esos pueblos, no escuchas<br />

a nadie. Dichas campanas también están calladas y no comunican<br />

la alegría <strong>de</strong> Pascua o <strong>de</strong> las bodas, ni las tristezas <strong>de</strong> los<br />

entierros, ni llaman a los hombres para apagar el fuego.<br />

Las campanas unían al hombre con Dios, elevando los espíritus<br />

y convocándolos a todos. Y una prueba <strong>de</strong> esta afirmación la tenemos<br />

en el pueblo <strong>de</strong> Siétamo, don<strong>de</strong> Antonio Larraz Barraca, nacido<br />

en 1892, cantaba: «Las campanas <strong>de</strong> mi pueblo / sí que me quieren<br />

<strong>de</strong> veras / cantaron cuando nací / y llorarán cuando muera».<br />

Y es que ese tocar y sonar, doblar, voltear, repicar, y en aragonés<br />

batear, iba formando el corazón <strong>de</strong> aquellas gentes, recordándoles<br />

las ilusiones, su vida religiosa y los juegos, fuegos y trabajos, y les<br />

llevaba a la conclusión <strong>de</strong> que no eran la tierra, el silencio y la<br />

muerte la vocación <strong><strong>de</strong>l</strong> hombre, sino «el Ser, la Palabra y la Vida<br />

eterna», porque veían la luz en las montañas y en la nieve, que con<br />

el brillo que le proporcionaba el sol, les hacía más fácil <strong>de</strong>scubrir el<br />

brillo <strong>de</strong> la eternidad.<br />

El hombre vivía feliz comunicándose por medio <strong>de</strong> las campanas<br />

y cultivaba la cultura con el espíritu y la naturaleza con su cultivo,<br />

y con el culto adoraba a Dios, facilitándole el sonido <strong>de</strong> dichas<br />

campanas la convivencia <strong><strong>de</strong>l</strong> culto, el cultivo y la cultura.<br />

Estaba el ambiente <strong>de</strong> los pueblos y <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s lleno <strong>de</strong><br />

campaneros, <strong>de</strong> los que algunos eran simplemente artistas. Yo me<br />

acuerdo <strong><strong>de</strong>l</strong> campanero Hipólito Rivarés, que actuaba habitualmente<br />

en la catedral, y conocí y hablé con Pascual Calvete, que<br />

bateaba las campanas en la iglesia <strong>de</strong> Santo Domingo y ejecutaba<br />

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