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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

408<br />

caja se podía vascular, con lo que <strong>de</strong>scargaban los volqueteros con<br />

gran facilidad.<br />

La hija <strong>de</strong> Francisco Lera <strong>de</strong> Albero <strong>Alto</strong> y <strong>de</strong> María Ciria Sa se<br />

llamaba María y se casó con un notable agricultor <strong>de</strong> Monzón, yéndose<br />

a vivir con él, <strong>de</strong>jando su mesón al cuidado <strong>de</strong> Antonio Oliva<br />

y <strong>de</strong> su esposa María Bescós.<br />

Parecía que aquel mesón lo seguía siendo, pues allí acudían<br />

acogidos por la pareja pescadores, cazadores y caminantes.<br />

Hoy el hijo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> aquellos carromateros <strong>de</strong> Torres <strong>de</strong><br />

Montes, recordando los ratos pasados en el mesón, lo ha rebautizado<br />

con su mismo nombre y lo sigue <strong>de</strong>dicando al placer <strong>de</strong> los<br />

que, por <strong><strong>de</strong>l</strong>ante <strong>de</strong> él, pasan cada día.<br />

Yo no podía parar en el mesón, porque iba a Huesca, y <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong>jaba el carro y la burra en la posada <strong>de</strong> Laviña,<br />

situada hasta hace poco tiempo en la plaza <strong>de</strong> Santo Domingo.<br />

Hoy, gracias a Dios, podré acudir a pasar el rato en el famoso<br />

mesón <strong>de</strong> Siétamo.<br />

Un momento <strong>de</strong> San Lorenzo<br />

10 <strong>de</strong> agosto, San Lorenzo. Estoy en el pueblo y siento un hormigueo<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí; es la llamada <strong>de</strong> los danzantes. Subo al<br />

automóvil, conecto la radio y el locutor vibra explicando el paso<br />

triunfante <strong>de</strong> la procesión <strong>de</strong> San Lorenzo, con su laurel <strong>de</strong> mártir<br />

ro<strong>de</strong>ando su cabeza y los adornos argénteos, que profusamente<br />

brillan a la luz <strong>de</strong> su día agosteño y tan oscense y, sin embargo, su<br />

busto en la peana no se <strong>de</strong>splaza orgullosamente, sino que tiene un<br />

aire <strong>de</strong> satisfacción inmensa, como la <strong>de</strong> aquel que por un día se<br />

encuentra entre los suyos, que le ofrecen sus mejores galas, sus<br />

más fragantes flores, sus más sabrosos frutos. Acompaña a las palabras<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> locutor <strong>de</strong> radio el son <strong>de</strong> las campanas, que voltea<br />

Calvete. Parece que están cachondas las campanas, que ar<strong>de</strong>n en<br />

celo laurentino; es un celo no carnal, es metálico, pero suenan<br />

calientes a pesar <strong>de</strong> ser orondas y redondas, con sus faldas <strong>de</strong><br />

bronce que solo cubren el aire y el badajo. El calor <strong>de</strong> la danza al<br />

son <strong>de</strong> espadas y <strong>de</strong> palos, el calor <strong>de</strong> las peñas y charangas, que<br />

producen los saltos, y las botas <strong>de</strong> vino se unen unísonas con el<br />

calor <strong>de</strong> las campanas, formando un fuego tan caliente como el

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