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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

442<br />

nuestros Pirineos, ni la Andramaría <strong>de</strong> los vascos, que tiene perpetuado<br />

su nombre en una zona <strong>de</strong> Ansó; la iban a <strong>de</strong>sgastar las<br />

mujeres asidas a su mango, como los hombres iban a <strong>de</strong>sgastar la<br />

azada (como dice el estribillo infantil: «Al mango la jada / que<br />

viene cansada / <strong>de</strong> trabajar. / Pegar sin reír, / pegar sin hablar, /<br />

pegar una patada en o culo / y escapar a jugar. / Conejitos a escon<strong>de</strong>r,<br />

/ que la madre va a pacer, / que si va, o no va, / alguno en<br />

cogerá»).<br />

Las mujeres estaban atadas a la pata <strong>de</strong> la cama y barrían,<br />

barrían, escobaban en el <strong>Alto</strong> <strong>Aragón</strong>. Los mangos eran <strong>de</strong> caña, <strong>de</strong><br />

flexible caña en la Hoya <strong>de</strong> Huesca y en las riberas, y las barren<strong>de</strong>ras,<br />

las escobadoras, eran flexibles y sumisas, pero los mangos<br />

eran <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong> palo, en la montaña y en el abadiado, y algunos<br />

hombres probaron el mango <strong>de</strong> las escobas, como muchas<br />

mujeres habían probado el mango <strong>de</strong> la jada.<br />

Des<strong>de</strong> los ten<strong>de</strong><strong>de</strong>ros y solanares, veían subir las escobadoras a<br />

las cabras peñazeras a lo alto <strong>de</strong> los riscos, y el Gran Cabrón las protegía<br />

contra el lobo colocándose agresivo en posición erecta. Una<br />

mujer machorra, que no tenía hijos subió a la peña Ezcaurri, allá<br />

entre Navarra y <strong>Aragón</strong>, otra también por la noche y a la luz <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

plenilunio subió cerca <strong>de</strong> San Cosme a la Cuca Roya; los búhos reales<br />

o bobons acudieron a las cumbres a aguaitarlas y el Gran Buco<br />

accedió a ellas lascivo; asustadas se lanzaron ambas mujeres <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la altura, agarradas a la escoba que no habían abandonado nunca<br />

y ¡oh, milagro <strong>de</strong> Satanás!, se vieron volando, la montañesa con la<br />

somontanesa, sobre la Guarguera. Las mujeres no habían podido,<br />

a lo largo <strong>de</strong> los siglos, hacer la revolución <strong>de</strong> las escobas, <strong>de</strong> la brujería<br />

concretamente 12 .<br />

En San Cosme se aposentaban las brujas en sus escobas, pronunciaban<br />

las palabras rituales: «¡Sobre árbol y hoja, a las eras <strong>de</strong><br />

Tolosa! Y ¡a volar!».<br />

Había, sin embargo brujas, que no necesitaban para hacer sus<br />

maleficios <strong>de</strong> escoba porque su radio <strong>de</strong> acción se reducía a la<br />

12 Nota <strong><strong>de</strong>l</strong> editor. Los tres últimos párrafos los aprovechó el autor, para confeccionar<br />

la conferencia, <strong><strong>de</strong>l</strong> artículo titulado «Las brujas», publicado en esta misma<br />

sección <strong>de</strong> «Temas variados» (pp. 383-385).

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