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Retablo del Alto Aragón - Instituto de Estudios Altoaragoneses

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RETABLO DEL ALTO ARAGÓN<br />

246<br />

<strong>de</strong> los que quieren hacer «un <strong><strong>de</strong>l</strong>icioso prado tan poblado <strong>de</strong> ese<br />

adorno (plantas naturales y flores), como asistido <strong>de</strong> naturales aromas»,<br />

igual que los tenía en aquellos viejos tiempos Ana Francisca<br />

Abarca <strong>de</strong> Bolea.<br />

Escribe Angelines Campo: «Y, como lección final <strong>de</strong> la novela,<br />

es esta <strong>de</strong> la generosidad, la virtud exaltada, presentando un acto<br />

<strong>de</strong> liberalidad colectiva que, preten<strong>de</strong> sea la culminación <strong>de</strong> tantas<br />

generosida<strong>de</strong>s anteriores»: y porque la ermita <strong><strong>de</strong>l</strong> divino Juan no<br />

quedara tan solitaria como la habían hallado, la reedificaron entre<br />

todos [...], con que acabaron <strong>de</strong> acreditar su generosidad y <strong>de</strong>voción,<br />

prosiguiendo en ella todo el tiempo que vivieron».<br />

El Parque <strong>de</strong> Huesca, en el que seguramente entraría el jardín<br />

<strong>de</strong> Lastanosa, fue creado por don Vicente Campo, padre <strong>de</strong> la que<br />

tanto entien<strong>de</strong> <strong>de</strong> la personalidad femenina <strong>de</strong> Ana Francisca<br />

Abarca <strong>de</strong> Bolea.<br />

2002<br />

La cucaracha <strong>de</strong> Kafka<br />

La cucaracha <strong>de</strong> Kafka era rara, como lo eran las que caminaban<br />

por las pare<strong>de</strong>s <strong><strong>de</strong>l</strong> dormitorio <strong>de</strong> la pensión <strong>de</strong> Zaragoza<br />

don<strong>de</strong> yo dormía cuando en dicha ciudad estudiaba. Al escritor<br />

centroeuropeo Kafka un hombre se le convirtió en una enorme<br />

cucaracha que, colocada sobre la cama en <strong>de</strong>cúbito supino,<br />

meneaba las patas impotente. No podía caminar, no podía progresar<br />

el negro coleóptero, porque como dice el refrán, se hace<br />

camino al andar. Le pasaba a la cucaracha <strong>de</strong> Kafka lo mismo que<br />

a la cucaracha española que nosotros, al menos mis compañeros<br />

<strong>de</strong> pensión y yo, conocimos, porque al golpearlas por la noche,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> encendida la luz, algunas morían pero otras ya «no<br />

podían caminar porque les faltaban las patitas <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás», como<br />

se cantaba en aquellos tiempos. Sí, se cantaba: «La cucaracha, la<br />

cucaracha / ya no pue<strong>de</strong> caminar, / porque le faltan, porque no<br />

tiene / las dos patitas <strong>de</strong> atrás». Tal vez sufrieran la pérdida <strong>de</strong> sus<br />

patitas a causa <strong>de</strong> las marchas cucarachiles por los caminos <strong>de</strong> las<br />

pare<strong>de</strong>s y los suelos, pues como dice no sé quién, esas marchas,<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> proporcionarles las ventajas <strong>de</strong> la consiguiente concurrencia,<br />

en la que se sentirían felices, les han hecho sufrir los

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