Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

Estudio de la dinámica postdepositacional… | Luciano Pafundi y Karen Borrazzo 131
cuenca inundable–, ya que representa en buena medida los espacios afectados
por los endicamientos.
Al evaluar las consecuencias postdepositacionales de la acción del agua es
necesario considerar la energía con la que interviene en sus diferentes manifestaciones
–oleaje, corrientes, etc.–, ya que cuanto mayor sea ésta, mayor será su incidencia
(Petraglia y Potts 1994). En general, la energía involucrada en un ambiente
lacustre es baja –modelo lacustre– (Fiebel 2001). Por otra parte, en los cursos de
agua –arroyos, ríos, etc.– hay una mayor energía implicada dada principalmente
por su corriente direccional, que le confiere una mayor capacidad de transporte
de sedimentos y de granulometrías también mayores –modelo fluvial–.
Como agente tafonómico, al agua se le reconocen diversos alcances sobre el
registro arqueológico que dependen de la energía involucrada. En primer lugar,
se puede mencionar el impacto que tiene sobre la distribución espacial del
registro artefactual lítico a partir de su capacidad de transporte –p.e. dispersión,
concentración–, de rearreglar conjuntos –p.e. ordenamiento por tamaño, de
orientación– o bien, erosión, transporte en suspensión y depositación de la
matriz sedimentaria. En segundo lugar, el agua genera modificaciones morfológicas
sobre los artefactos líticos –p.e. abrasión, redondeamiento, melladura de
los bordes, fragmentación– como producto del transporte e impacto de partículas
más pequeñas o de los artefactos mismos. Por último, la presencia de agua
desencadena una serie de reacciones químicas sobre los elementos, llevando a
la formación de pátinas (Borrazzo 2004; Dibble et al. 1997; Petraglia y Potts
1994).
Ahora bien, los endicamientos son fenómenos cíclicos por lo que los posibles
efectos del agua intervienen en un sector del paisaje sólo intermitentemente
(macrozona 2), cuando ocurre el cierre del canal de los Témpanos por acción del
glaciar Perito Moreno. En los momentos en que la zona no está inundada, es
esperable que prevalezca la acción subaérea. Los fuertes vientos –ca. 70 km/h–
erosionan el terreno, descubriendo y redistribuyendo la evidencia por medio de
la remoción de la matriz sedimentaria. A su vez, estos vientos generan abrasión
eólica –corrasión– sobre los materiales, que se manifiesta en el pulido de aristas
o bordes filosos presentes en las rocas (Borrazzo 2004). Con esta premisa inicial
de predominio de acción eólica, García y coautores (1999) analizaron muestras
de material lítico de superficie provenientes de la cabecera del Brazo Rico con el
objetivo de evaluar la incidencia de las inundaciones sobre la configuración del
registro arqueológico. En particular, analizaron la posibilidad de transporte
hídrico y si existían evidencias de distribuciones diferenciales por peso y tamaño
en los artefactos líticos recuperados. Así, se trabajó con material de superficie
obtenido en una serie de transectas tanto paralelas como perpendiculares y a
distancias variables de la línea de costa –todas ellas ubicadas en la macrozona
2– 3 . Las diferencias encontradas por estas investigadoras entre las diversas transectas
no permitieron defender una selección diferencial por tamaño a causa de
3. Las transectas trabajadas en la cabecera del Brazo Rico, son: TBR 1 a 5; T9J; TPR 1 a 5. Según la simulación
realizada por Pafundi (2006) éstas quedan recurrentemente inundadas en su totalidad por una cota
15 m –promedio alcanzado por los endicamientos en el siglo XX–.