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Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

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702 Entre Pasados y Presentes II<br />

En Muerte, magia y religión en el folklore (1953), Vivante <strong>de</strong>scribe los casos <strong>de</strong><br />

muerte por miedo, producidas por el efecto <strong>de</strong> la brujería o daño. El autor reconoce<br />

que el “miedo” pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse un causante <strong>de</strong> la muerte, pero siempre<br />

y cuando se explique esa causa en términos biomédicos –por ejemplo, que<br />

el miedo hace que el cuerpo produzca adrenalina, y el exceso <strong>de</strong> adrenalina<br />

genera <strong>de</strong>terminadas condiciones que pue<strong>de</strong>n producir la muerte–. El daño<br />

tiene efecto en la víctima, sobre todo si ésta cree en la brujería, lo cual es un factor<br />

que facilita la sugestión. Asimismo, el hecho <strong>de</strong> que una persona sea propensa<br />

a algún tipo <strong>de</strong> enfermedad pue<strong>de</strong> facilitar la muerte causada por<br />

sugestión. En muchas casos, el diagnóstico es “reforzado” con algún otro elemento<br />

–por ejemplo, veneno–, principalmente cuando la víctima no cree en las<br />

brujerías o cuando tiene una “conciencia tranquila” porque no se siente culpable<br />

<strong>de</strong> nada.<br />

En otro capítulo <strong>de</strong>l mismo libro <strong>de</strong>scribe la práctica <strong>de</strong>l “<strong>de</strong>spenamiento”,<br />

muy común no sólo entre pueblos antiguos sino también en algunos contemporáneos.<br />

Esta práctica consiste en “acelerar la muerte <strong>de</strong> los moribundos, lo que<br />

efectúan unos especialistas llamados <strong>de</strong>spenadores” (1953:3). Se pregunta si<br />

esta práctica podría ser algo así como el “equivalente nativo” <strong>de</strong> la eutanasia, y<br />

llega a la conclusión <strong>de</strong> que no porque los motivos que llevan a terminar con la<br />

vida <strong>de</strong> alguien son distintos. Una cosa es acelerar la muerte por piedad <strong>de</strong>l<br />

sufrimiento <strong>de</strong>l moribundo. Esto se podría clasificar como eutanasia pues da la<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una “buena muerte”. Otra cosa es hacerlo para evitar que el moribundo<br />

“contagie” su muerte a los <strong>de</strong>más. Este último es el fenómeno folklórico, y sólo<br />

pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse consi<strong>de</strong>rando las costumbres y la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> muerte que tienen<br />

los <strong>de</strong>nominados primitivos. Para compren<strong>de</strong>r mejor esto, el autor propone<br />

recurrir a los trabajos <strong>de</strong> Levy Brühl. Aquí vemos cómo Vivante va ampliando<br />

la referencia intertextual para incluir a este autor francés.<br />

Sobre este tema vuelve a trabajar en 1956, en un artículo publicado en RUNA<br />

cuyo título es “El <strong>de</strong>spenamiento en el folklore y la etnografía”. Allí precisa con<br />

más claridad la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong>l término “<strong>de</strong>spenamiento” en un sentido restringido<br />

–acepción folklórica–, distinguiéndola <strong>de</strong> los usos que se le pue<strong>de</strong> dar al<br />

mismo término en otros contextos: el significado gauchesco, la acepción académica<br />

u otras <strong>de</strong>finiciones <strong>de</strong>l sentido común. En la <strong>de</strong>finición folklórica, aclara,<br />

el <strong>de</strong>spenamiento es un acto realizado por un profesional –el <strong>de</strong>spenador–, que<br />

no envuelve un sentido espiritual –en el sentido <strong>de</strong> que no se hace para aliviar<br />

sufrimientos– sino que se realiza con la intención <strong>de</strong> evitar que la muerte se<br />

contagie.<br />

En “Medicina Folklórica” (1959), Vivante reconoce como tal “al amplio y<br />

heterogéneo conjunto <strong>de</strong> prácticas <strong>de</strong> intención médica que se caracterizan por<br />

ser hechos folklóricos y por tener contacto con el ejercicio ilegal <strong>de</strong> la medicina”<br />

(Vivante 1959:263, subrayado <strong>de</strong> la autora). Aquí, a diferencia <strong>de</strong> textos anteriores,<br />

el autor ya marca una distinción entre medicina folklórica, medicina<br />

supersticiosa, medicina popular y medicina casera. Ninguna <strong>de</strong> estas tres últimas<br />

pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarse propiamente folklórica. La medicina folklórica “representa<br />

un sistema médico más o menos conservado, más o menos congruente”

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