Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

620 Entre Pasados y Presentes II
otra, disminuye el riesgo de confiar únicamente en un sólo tipo de información
y brinda la posibilidad de que las conclusiones estén basadas en la comparación
sistemática de diferentes tipos de información (Hammersley y Atkinson 1994).
La vinculación entre las construcciones simbólicas
de los niños y la experiencia formativa de la catequesis
Como he mencionado, mi intención fue vincular las construcciones de los
niños acerca de determinadas formas simbólicas de la religión católica con las
prácticas sociales que los involucran en la experiencia formativa de la catequesis.
La intervención de restricciones sociales sobre estas construcciones resulta
constitutiva en el sentido de que son el contexto que necesariamente las condiciona,
ya sea posibilitándolas como obstaculizándolas (Cf. Achilli 1996; Castorina
2003, 2005; Rockwell 1995). Teniendo en cuenta que lo que el sujeto asimila
son situaciones en las cuales los objetos –en nuestro caso, las formas simbólicas–
desempeñan determinados papeles y no otros, es necesario analizar cómo son
presentados estos símbolos a los niños y qué se espera que hagan los niños con
ellos. De este modo, analicé tanto la construcción social de la niñez como las
funciones que los símbolos desempeñaban para los adultos encargados de la
catequesis. A continuación presentaré brevemente ambas cuestiones.
Tanto en los registros de observación de las distintas instancias de la catequesis
como en las entrevistas, pude observar una concepción de la niñez ligada a
la inocencia, a la bondad natural y a la incapacidad de mentir. Se caracteriza a la
niñez como una etapa de la vida en la que el juego aparece como una característica
esencial, lo que implicaría, a su vez, la ausencia del trabajo. Según Szulc, la
visión moderna hegemónica occidental –y aquí lo interesante es analizar su
relación con el papel de la Iglesia católica– considera que los niños son “... un
tipo de personas diferente de otros, un conjunto aún no integrado a la vida
social, definidos generalmente por la negativa –desde el punto de vista de los
adultos– como quienes carecen de determinados atributos tales como madurez
sexual, autonomía, responsabilidad por sus actos, ciertas facultades cognitivas,
y capacidad de acción social” (Szulc 2001:2). De este modo, se les niega la capacidad
de agencia social y se les atribuye una naturaleza pura, inocente y armoniosa,
y la incapacidad de reconocer entre el bien y el mal, relegándolos a un rol
completamente pasivo (Szulc 2001, 2005). A su vez, la concepción de que los
niños carecen –entre otras cosas– de ciertas facultades cognitivas que se suponen
que caracterizan a los adultos aparece en los registros de campo de manera
explícita. En varias ocasiones, algunas de las catequistas de la parroquia han
manifestado que los niños “no entienden nada” sobre los símbolos religiosos o
que no comprenden las cosas como ellas se las enseñan 2 .
2. Esta idea de que los chicos son personas inocentes y que además “no entienden demasiado” o no tienen
un punto de vista acerca del mundo que los rodea no es nueva, sino que se constituye como sentido
común con la modernidad. Su consolidación puede ser rastreada a lo largo de la historia de la Iglesia,
como he intentado hacer en la investigación. Por razones de espacio, aquí no desarrollaré este punto.