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Movimientos sociales y escuelas populares… | Natalia Polti y Penélope Mazzoli 675
des que se les superpongan. Se prioriza una cursada regular pero existe también
un régimen de cursada semi‐presencial y otro libre. En un caso, los
estudiantes cumplen parte del horario de la cursada, asisten a clases de apoyo y
trabajan con una serie guías de lectura y, en el otro, se trabaja a partir de un sistema
de módulos que se entregan una vez por semana o cada 15 días.
Los estudiantes consideran muy positivo que exista esta flexibilidad en la
forma de cursada. Sin embargo, algunos trabajadores terminan abandonando el
bachillerato cuando su jornada de trabajo se superpone con el dictado de las
clases y, otros que cursan bajo las otras modalidades, preferirían que el horario
del bachillerato fuese más tarde para poder asistir a las discusiones que se realizan
en clase. De todos modos, en su mayoría y más allá del horario, los trabajadores
que no asisten al bachillerato justifican su decisión considerando que ya
están grandes para empezar a estudiar 5 .
Palabras finales
En este trabajo hemos visto cómo la escuela desde la perspectiva de la CEIP
se construye como una organización social que intenta reconstruir la fragmentación
que impera en la sociedad, abriendo espacios de participación real y concreta.
La necesidad de un compromiso y de un espacio de construcción
fundamentalmente político del proyecto, es un punto que recurrentemente
observamos en nuestras notas de campo. Reconocer que enseñar y aprender no
es una cosa que detentan sólo unos pocos beneficiados, sino un bien social, un
derecho básico como el trabajo, al que todos deben tener acceso. Este hecho nos
permite encontrar otro punto de coincidencia que relaciona la educación con el
trabajo y a la CEIP con las ERT. Entonces, pensar la escuela como una organización
popular que reconoce y participa del entramado social en la que esta
inmersa es, como sugiere Marina Ampudia –miembro de la CEIP–, por un lado,
desterritorializarla de su imagen como herramienta de control y vigilancia de
los sujetos, y reterritorializarla en el tejido social que la rodea y constituye. O
sea, entender “la escuela como un campo social de lucha” (Ampudia 2004:11). A
partir de esta construcción de un proyecto educativo popular y político‐social
cobra sentido la relación con organizaciones sociales en general y con empresas
recuperadas en particular.
Para terminar, consideramos que esta apertura de la fábrica al barrio, a partir
de los bachilleratos, es una estrategia que podría enmarcarse dentro del concepto
de innovación social. La innovación social puede entenderse como todas
aquellas rupturas con el concepto de empresa capitalista (Ruggeri 2006:13), es
decir, son aquellas estrategias que los miembros de las ERT ensayan para sacar
adelante el proyecto productivo. Estas respuestas creativas no implican necesariamente
cambios tecnológicos en la organización de la producción sino que,
por lo general, apelan a la creación de redes solidarias con otras organizaciones
5. Sin embargo, esto no implica que no asistan adultos mayores a estos bachilleratos. En el bachillerato
que funciona en la Cooperativa 19 de Diciembre estudia un matrimonio de 75 y 82 años.