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Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

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Territorio y visión territorial femenina… | Mariana Gómez 569<br />

ran con las transformaciones espaciales, con los reor<strong>de</strong>namientos territoriales,<br />

en fín, con la dinámica <strong>de</strong> la vida en la que se recupera y reelabora la memoria,<br />

las historias, los mitos, los saberes y las experiencias, <strong>de</strong> manera tal que buscan<br />

rea<strong>de</strong>cuarse a fin <strong>de</strong> que “relaten” también las situaciones presentes. Por ejemplo,<br />

algunas mujeres solían comentar que leek –un viborón gigante que se lo<br />

solía ver en el río– ha <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong>bido a que la “tierra ahora está seca”<br />

como consecuencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sbor<strong>de</strong> y la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l cauce <strong>de</strong>l Pilcomayo. Las<br />

heterogeneida<strong>de</strong>s, inconsistencias y varieda<strong>de</strong>s en las representaciones sobre<br />

los “elementos” <strong>de</strong>l territorio son parte integral <strong>de</strong> este “conocimiento práctico”<br />

(Bourdieu 1991) y una <strong>de</strong> sus características es, precisamente, la diversidad y<br />

fragmentación con la que suele enunciarse, sin poner en duda por esto, su eficacia<br />

simbólica.<br />

El segundo aspecto tiene que ver con las condiciones que posibilitan que una<br />

mujer acceda al monte y se apropie <strong>de</strong>l espacio. En el caso <strong>de</strong> las tobas, esto se<br />

relaciona con ciertos saberes territoriales femeninos, con la memorización práctica<br />

<strong>de</strong> una red <strong>de</strong> caminos que permiten transitar, orientarse en el monte. La<br />

apropiación <strong>de</strong> los lugares y el acceso a los mismos son experiencias prácticas<br />

que se sostienen sobre la base <strong>de</strong> algunas condiciones. En la actualidad, pue<strong>de</strong><br />

observarse que dadas las diferencias generacionales, las mujeres adultas y viejas<br />

son las que poseen este tipo <strong>de</strong> saberes prácticos y reniegan <strong>de</strong> las mujeres<br />

más jóvenes que se niegan a reproducirlos, mostrando cierta indiferencia por<br />

los saberes femeninos <strong>de</strong> las mayores vinculados al monte.<br />

De todas formas, proponemos que la condición principal que habilita a las<br />

otras condiciones es, en primer lugar, la existencia <strong>de</strong> una estructura <strong>de</strong> relaciones<br />

positivas entre las mujeres. Sobre la base <strong>de</strong> esto pue<strong>de</strong> practicarse: A) un<br />

aprendizaje, una “educación <strong>de</strong> la atención” (Ingold 1993) que se construye <strong>de</strong><br />

la mano <strong>de</strong> las mujeres mayores. El tránsito, la orientación y la ubicación en el<br />

monte sólo son posibles si las mujeres se enseñan y acompañan entre ellas, en<br />

una transmisión femenina <strong>de</strong> los saberes sobre el monte. Entre ellos po<strong>de</strong>mos<br />

citar las formas <strong>de</strong> orientación y ubicación por medio <strong>de</strong>l uso <strong>de</strong> sendas y <strong>de</strong><br />

algunos tipos <strong>de</strong> señas, signos y huellas que las mujeres trazan e interpretan. La<br />

transmisión <strong>de</strong> los saberes femeninos que permiten la apropiación espacial <strong>de</strong>l<br />

territorio fluye en el intercambio <strong>de</strong> experiencias entre mujeres mayores, jóvenes<br />

y niñas al interior <strong>de</strong> la familia extensa. B) una apropiación colectiva <strong>de</strong>l<br />

espacio entre las mujeres. Las mujeres nunca salen solas al monte ni al bañado a<br />

recolectar frutos. Por el contrario, siempre necesitan y –reclaman– “compañeras”<br />

–y las ‘compañeras’ siempre son mujeres <strong>de</strong> misma familia nuclear o<br />

extensa, no <strong>de</strong> otros grupos familiares–. Esta particular <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> “compañeras”<br />

para po<strong>de</strong>r realizar un tránsito colectivo por el monte aparece vinculada a<br />

ciertos “peligros” que representan no sólo el monte sino todos los lugares que<br />

están por fuera <strong>de</strong>l espacio doméstico. Estos riesgos básicamente son <strong>de</strong> dos clases.<br />

Por un lado, están los posibles encuentros con los payaks, dueños y almas,<br />

potencias que dadas su ambigüedad social son temidas y respetadas. Por otro<br />

lado, se encuentra la amenaza latente <strong>de</strong> la violencia sexual en el monte practicada<br />

contra las mujeres por los hombres tobas y criollos.

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