Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

La catequesis como experiencia formativa… | Mariana García Palacios 617
de signos que requieren una interpretación para generar significado. El símbolo
es una expresión lingüística de doble sentido que requiere una interpretación;
por lo tanto, no podría existir un símbolo aislado de su contexto de actuación. El
símbolo no existe si no existen las interpretaciones de sus posibles significados.
El símbolo se define por la potencia del doble sentido, por su polisemia. Entonces,
una forma simbólica cualquiera –incluidas las de la religión– siempre posee
un significado o varios significados o incluso significados contradictorios, pero
necesariamente dentro de un determinado contexto sociocultural e histórico. Si
puede pensarse en ellos como la cristalización de determinados procesos históricos,
es posible analizar los contenidos y mensajes que ha depositado allí la
sociedad a lo largo del tiempo. Sin embargo, sólo su análisis, por ejemplo examinar
qué significan en un mismo momento para diferentes actores sociales
(análisis sincrónico), puede ayudarnos a distinguir la carga “extra” de significado,
transformándolo nuevamente en una expresión multívoca: “... la práctica
etnográfica (...) permite la objetivación de esas marcas de verdad, donde se pueden
abrir los sellos que unían de modo contingente –pero necesario para la percepción
de los actores sociales respectivos– los signos con los símbolos en una
determinada configuración de orden y verdad” (Wright 2000:2).
Por otro lado, la mayor dificultad se me presentó al pretender estudiar el
punto de vista de los niños y niñas, ya que fue sumamente difícil encontrar formas
de aproximación en el campo de la antropología sociocultural. Si bien la disciplina
es altamente reconocida por su especial interés en recuperar los modos
específicos en que los sujetos sociales definen el mundo, intentando en muchos
casos “dar voz” a aquellos que no la tienen en el espacio público –y en este sentido
el estudio del “punto de vista” de las personas con las que trabaja el antropólogo
es una de las problemáticas centrales del trabajo antropológico y una de
sus mayores riquezas–, aún no se han dedicado mayores esfuerzos a la indagación
acerca de las percepciones y prácticas de los niños y sus posibles divergencias,
tanto entre sí como con las de los adultos. Lo mismo puede sostenerse del
campo de estudios sobre procesos religiosos, en los que la norma también ha
sido la omisión de las perspectivas de los niños y niñas. Los niños no son considerados
como informantes autorizados. Como lo sostiene Glottlieb, “Con sólo
algunas pocas excepciones, los científicos sociales continúan hoy en día asumiendo
que el estudio de la espiritualidad en la niñez es irrelevante y el silencio
aún reina en lo que concierne a experiencias rituales o religiosas de los menores”
(1998:122. Traducción propia). Por lo tanto, se hacía necesario, al analizar el
punto de vista de niños y niñas, tener en consideración trabajos realizados en
otros campos de investigación con mayor experiencia en este tipo de estudios.
Estimé de interés considerar el abordaje de la epistemología y psicología genética,
aún cuando sea para su revisión crítica desde una perspectiva más ligada a la
investigación antropológica. Si bien existen otras aproximaciones desde la psicología
a problemáticas como la que aquí intento analizar, consideré que tanto por
su marco epistemológico como por su consideración del niño como un sujeto
activo, constructor de conocimientos acerca del mundo, la teoría genética podía
articularse más apropiadamente con mis intereses de investigación.