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Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

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220 Entre Pasados y Presentes II<br />

En este sentido, Bocek (1986) sostiene que los pocket gopher –un roedor con<br />

características anatómicas y hábitos muy semejantes a los <strong>de</strong> Ctenomys– producen<br />

una distribución vertical <strong>de</strong>l material arqueológico en dos “pisos”, relacionada<br />

a una actividad cavadora que también ocurre en dos niveles (15‐20 cm y<br />

50‐55 cm). Por otro lado, indica que los materiales mayores a 2,5 cm suelen estar<br />

agrupados bajo la “zona <strong>de</strong> roedores” –sector don<strong>de</strong> se concentra la actividad<br />

<strong>de</strong> estos animales: entre los 30 y 60 cm <strong>de</strong> profundidad. Similar es lo postulado<br />

por Durán (1991), que observa una mayor proporción <strong>de</strong> artefactos pequeños<br />

(hasta 2,5 cm) en los niveles superiores al “piso experimental” –zona don<strong>de</strong> fueron<br />

ubicados los materiales <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la “pileta” experimental–, y en los subyacentes<br />

dominan los medianos (2,5 a 5 cm). De este modo, respecto <strong>de</strong> la<br />

actividad <strong>de</strong>l tuco‐tuco (Ctenomys) se conoce que los huesos o fragmentos óseos<br />

que estos pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>splazar hacia la superficie <strong>de</strong>ben poseer un tamaño menor<br />

a 2,5 cm (Bocek 1986; Durán 1991), patrón que no se observa en el registro bioarqueológico<br />

<strong>de</strong> TR1. Por lo tanto, se propone que la actividad <strong>de</strong> este tipo <strong>de</strong> roedores<br />

ha afectado en una forma exigua la conformación <strong>de</strong>l conjunto óseo<br />

humano <strong>de</strong> TR1, más orientada a <strong>de</strong>splazamientos <strong>de</strong> huesos <strong>de</strong> mayor tamaño<br />

(>5 cm) hacia los niveles profundos como consecuencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>rrumbamiento <strong>de</strong><br />

los túneles. Las observaciones actualísticas indican que una dimensión no<br />

mayor a 2,5 cm es necesaria para que la acción <strong>de</strong> estos micromamíferos reor<strong>de</strong>ne<br />

los materiales hacia los niveles superiores; por consiguiente, al predominar<br />

en este registro bioarqueológico elementos óseos enteros o fragmentos <strong>de</strong><br />

gran tamaño, no ocurrieron movimientos ascen<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los mismos.<br />

Todos los elementos óseos pertenecientes al GD que presentan información<br />

sobre su ubicación tridimensional, se posicionan a partir <strong>de</strong>l nivel 0,45‐0,50 m y<br />

poseen dimensiones siempre mayores a 2,5 cm, <strong>de</strong> modo tal que se correspon<strong>de</strong>ría<br />

con el planteamiento <strong>de</strong> estos dos autores quienes sostienen que los materiales<br />

consi<strong>de</strong>rados “gran<strong>de</strong>s” (mayores a 5 cm) se concentrarán hacia los<br />

niveles inferiores a la zona <strong>de</strong> actividad <strong>de</strong> estos roedores (30‐60 cm) (Bocek<br />

1986). En relación al <strong>de</strong>splazamiento <strong>de</strong> estos huesos “gran<strong>de</strong>s” también <strong>de</strong>be<br />

consi<strong>de</strong>rarse la acción <strong>de</strong> otra clase <strong>de</strong> roedor que habitó y habita en las inmediaciones<br />

<strong>de</strong>l sitio, el coipo o falsa nutria (Myocastor coypus). Restos <strong>de</strong> este roedor<br />

se hallaron en el registro arqueofaunístico <strong>de</strong> TR1, representando un NISP<br />

<strong>de</strong> 3 y un NMI <strong>de</strong> 1 (Salemme y Madrid 2007).<br />

La morfología <strong>de</strong> las cuevas y galerías que se <strong>de</strong>tectaron durante la excavación<br />

<strong>de</strong> otros sectores <strong>de</strong>l sitio correspon<strong>de</strong> a la <strong>de</strong>scripta para este género <strong>de</strong><br />

roedor, e inclusive para el género Ctenomys (Contreras 1984; Politis y Madrid<br />

1988). La observación <strong>de</strong> cuevas actuales <strong>de</strong> coipo en las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l sitio<br />

es otro <strong>de</strong> los aspectos que apoyan la inferencia <strong>de</strong> que roedores <strong>de</strong> este taxón<br />

fueron uno <strong>de</strong> los principales responsables <strong>de</strong> las modificaciones observadas en<br />

un alto porcentaje <strong>de</strong> los huesos faunísticos, y <strong>de</strong> los probables <strong>de</strong>splazamientos<br />

horizontales y verticales <strong>de</strong> los materiales arqueológicos (Madrid et al. 1991;<br />

Politis y Madrid 1988: 39). En la muestra arqueofaunística <strong>de</strong> TR1, Gutiérrez<br />

(2004) halló que un número importante <strong>de</strong> huesos (16%) presenta incisiones <strong>de</strong><br />

roedores en el sitio. En algunos <strong>de</strong> estos huesos las modificaciones son muy

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