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Estrategias de re‐producción de armenidad… | Lucila Tossounian 593
regla. El sufijo ian 7 se transforma en un diacrítico bisagra del “adentro” y del
“afuera”. Como principio clasificatorio tiene un gran poder para marcar pertenencia.
En ocasiones la interrogación continuaba por saber el quantum de sangre
como criterio definidor de la membresía. Veamos las palabras de nuestros interlocutores:
Interlocutor (I): [Armenio es] “que tenga alguna raíz armenia, sea por parte de
madre, sea por parte de padre.
Yo: Raíz, ¿en el sentido de descendencia
I: Claro.
Yo: ¿De sangre
I: Sí, lamentablemente todavía no hay armenios por adopción” (Dirigente de la
“Unión Juventud Armenia”, organismo juvenil de la “Asociación Cultural
Armenia”)
“(…) ¿Tu mamá es armenia Yo le respondí que no lo era. Y agregó: Esa es una
excepción. Diferentes países definen la nacionalidad de distintas formas: por la tierra,
como Argentina y Alemania, por la sangre, ser hijo de (…) En el caso de los
armenios, sí o sí [enfatizado] es de esa forma porque es una nación y lo fue sin un
estado. Sobre todo para la diáspora, si no, no existen. Es algo por fuera de la voluntad
del sujeto. Y se transmite sobre todo por la línea del padre, así que no importa
que tu mamá no lo sea” (Miembro de la “Asociación Cultural Armenia”)
Estos diversos ejemplos muestran un criterio de adscripción vinculado a la
genealogía. Este criterio es una certeza en esta comunidad. En algunos casos se
prioriza la filiación patrilineal. Quizás el peso dado a la línea del padre como
continuador de la descendencia –y, por tanto, de la pertenencia– se deba al
hecho de que los apellidos funcionan estableciendo el criterio de pertenencia
patrilinealmente, y la pérdida de los mismos por parte de la línea materna es la
pérdida de “miembros” en la comunidad. Por otra parte, el hecho de “no haber
armenios por adopción” nos enfrenta a una interesante paradoja que es esbozada
por Alonso (1994) en los siguientes términos: las políticas de etnicidad sustancializadas
como descendencia plantean que, por un lado, la tradición supone
ser transmitida en la sangre o dada de una generación a la siguiente; pero por
otro lado, cuando es definida como patrimonio, puede ser perdida. De una
forma u otra, la situación parece no tener escapatoria.
Ahora bien, mientras la sustancia se transmita generacionalmente es posible
imaginar la re‐producción eterna de la comunidad a través de la metáfora
genealógica, que supone la no temporalidad, el cuerpo eterno de la nación
transformándose en inmortal. La mortalidad se trasciende mediante la sustancia
compartida entre los muertos y los que aún no han nacido (Alonso 1988:40).
Pero si el peso se trasladara hacia formas de adscripción voluntaria, y por ende,
relacionada con categorías más maleables de identidad que no implicaran la
7. “Ian” es el genitivo plural iranio que significa “de la familia de” (Boulgourdjian 1997:45).