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La catequesis como experiencia formativa… | Mariana García Palacios 627
tudes negativas o positivas”: un gran corazón negro y otro blanco habían sido
colocados en una pared; los chicos se distribuyeron en dos equipos, dispuestos
en filas. Cada integrante del equipo debía tomar de un recipiente un papel en
que se describía una actitud de alguna persona –no estudiar, ayudar a los
demás, no obedecer a los padres, etc.–: si consideraban que la actitud descripta
era positiva debían pegarla en el corazón blanco; si, en cambio, consideraban
que era negativa, en el negro.
Durante la convivencia, también encontramos distintas posturas corporales
en relación con esta recurrente categoría del corazón. En un momento, las catequistas
pidieron a los chicos que, sentados en sus sillas alrededor de algunas
mesas, se quedasen en silencio, con las manos sobre la mesa y reflexionasen
para “escuchar sus corazones”. También, para finalizar el encuentro, se realizó
una misa para los niños y sus familias. En ella, como en cada misa, el cura que la
oficiaba dijo “levantemos el corazón” a lo que los participantes, con las manos
elevadas, respondieron “lo tenemos levantado hacia el Señor”.
Finalmente, luego de dos años de catequesis, los chicos y chicas participaron
de la ceremonia de la Primera Comunión. Aquí también pudimos observar
momentos en los que distintas posturas corporales hacían alusión al “corazón”;
por ejemplo, cuando el sacerdote que oficiaba la ceremonia leyó el evangelio, los
chicos escucharon la Palabra de Dios con la mano en el corazón. Luego, tras haber
recibido el cuerpo de Jesús, los chicos permanecieron en silencio y de rodillas.
Analizando las interacciones descritas puede verse, en primer lugar, una
“puesta a prueba” de qué cosas de la vida son consideradas buenas y qué cosas
son consideradas malas. En una de las actividades, los niños debían identificar
qué actitud era positiva y cuál negativa. Esta actividad que puede parecernos
muy sencilla, llevaba a los niños, en muchas ocasiones, a debatir dentro de su
grupo con el fin de dar con la “respuesta correcta”. Esto nos muestra que lejos
de ser un conjunto natural y obvio de categorías, normas y valores, éstos deben
actualizarse permanentemente. Otra cuestión que puede ser analizada en las
mencionadas interacciones es la posición de los distintos agentes en el espacio
social. Si bien este aspecto es menos explícito, no por ello resulta menos significativo
en tanto parte del proceso de aprendizaje de las normas y valores del
orden social, ya que las distancias y jerarquías sociales se expresan y se afirman
en las distancias espaciales (Bourdieu 1999; Durkheim y Mauss 1971; entre
otros). Así, no ingresar a la zona del altar en el templo, ponerse de rodillas,
mantenerse en silencio, levantar los brazos en señal de que se “eleva el corazón
hacia el Señor”, forman parte del proceso de:
“... incorporación insensible de las estructuras del orden social [que] se cumple, en
buena medida, a través de la experiencia prolongada e indefinidamente repetida de
las distancias espaciales en que se afirman determinadas distancias sociales, y también,
más concretamente, a través de los desplazamientos y movimientos del cuerpo
que esas estructuras sociales convertidas en estructuras espaciales, y con ello naturalizadas,
organizan y califican socialmente como ascensión o declinación (...)
entrada (...) o salida (...)” (Bourdieu 1999:121)