Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

Una aproximación al estudio del desarrollo de la historia… | María Julia Name 699
Moderno” bajo su dirección. Allí habrá de plasmar en forma muy meticulosa
los procedimientos del método del historicismo cultural. Otro de los objetivos
de esta biblioteca es acercar al lector argentino bibliografía actualizada proveniente
de distintos países. En el prólogo, Imbelloni plantea esta preocupación
señalando que es muy limitada la bibliografía disponible en castellano y sostiene
que uno de los objetivos de esta biblioteca será proveer al “americanista
moderno” de un corpus importante de material actualizado.
En 1939, en colaboración con Armando Vivante, una figura clave para nuestro
estudio, Imbelloni publica el Libro de las Atlántidas, que forma parte de la
Sección B de esta colección. Se trata de un estudio histórico‐antropológico sobre
la imagen de la Atlántida en diferentes épocas y lugares de la historia. Mencionamos
esta obra pues es la primera que encontramos de Armando Vivante,
quien tenía por entonces veintinueve años.
Uno de los primeros trabajos que podríamos vincular al campo de la antropología
médica lo encontramos precisamente en la Biblioteca Humanior, en la
Sección C. Se titula Medicina aborigen americana y fue escrito por Ramón Pardal.
Se trata de un tomo entero que aborda “temas de la medicina aborigen de las
civilizaciones americanas precolombinas” como el shamanismo, los sistemas
médicos de grandes pueblos indígenas americanos y la fármaco‐etnología, con
estudios sobre las principales drogas utilizadas por los pueblos indígenas americanos
y su aporte a la medicina moderna. Cabe señalar que hemos comenzado
apenas a analizar este texto.
Los años cuarenta también están cargados de acontecimientos importantes
para la antropología argentina. En lo que respecta al desarrollo de una “antropología
de Estado”, tenemos la creación del Instituto Nacional de la Tradición
en 1943, bajo la dirección del folklorólogo Juan Alfonso Carrizo. Conformando
una dependencia de Subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación, el
Instituto existió hasta fines de 1955, cuando fue sucedido por el Instituto Nacional
de Filología y Folklore (Lazzari 2002). A pesar de su escaso éxito, contribuyó
a delimitar un área concreta sobre la cual investigar: aquellos sectores relacionados
con las tradiciones hispano‐indígenas, que unos años más adelante se asociarían
con el concepto de grupos folk. Tres años más tarde, en 1946, se crea el
Instituto Étnico Nacional en el marco de la Dirección General de Migraciones,
que consistió en “la experiencia argentina más consistente de aplicación práctica
de saberes antropológicos” (Perazzi 2003:57). Habiendo atravesado distintas
fases marcadas en gran medida por el perfil de sus sucesivos directores, este
instituto contribuyó a un proceso de reformulación disciplinar que venía atravesando
la antropología por el cual pasaba a ocuparse no sólo del pasado sino
también de problemáticas “de su tiempo” (Lazzari 2004).
En el ámbito académico, tenemos en 1947 la creación del Instituto de Ciencias
Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, bajo la dirección
de José Imbelloni. Y, un año más tarde, la publicación del primer número de
RUNA, Archivo para las Ciencias del Hombre, la revista de este Instituto.
En el segundo número de esta revista, Dolores de las M. Márquez (1949) –de
quien no se consigna adscripción institucional– analiza la frecuencia diferencial