Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

688 Entre Pasados y Presentes II
en el mismo, demandando servicios cuya finalidad desconocerá hasta que
algún profesional decida lo contrario. Así, por ejemplo, el “cumplimiento” de
los objetivos de la consulta no incluye el informar a las mujeres sobre el circuito
de devolución de los estudios, ni sobre la citación que se efectuará en caso de
que el test de Elisa para VIH resultara positivo.
La determinación de signos y antecedentes médicos y obstétricos ha de servir
para tipificar y categorizar los embarazos como “embarazo normal” o “embarazo
de riesgo”. Así, quedan registrados en el formulario preimpreso de la historia
clínica perinatal los antecedentes de enfermedades personales y familiares
y algunos considerados significativos para efectuar esta clasificación del embarazo.
En ese cuadro lo central será la salud y el correcto desarrollo del embarazo,
subordinando la condición de la mujer al status de “gestante”.
De esta manera, la entrada y la organización de la atención obstétrica se
resuelven de acuerdo con una serie de procedimientos estandarizados según la
racionalidad técnico‐profesional, institucional e ideológica de la atención médico‐obstétrica
y dirigidos a “eliminar” los aspectos irracionales y emocionales
“que eluden todo cálculo” (Weber 1985). Simultáneamente, este modo de intervención
constituye la rutina de la atención obstétrica y opera un proceso de
socialización por el cual las obstétricas desempeñan el comportamiento de rol
aprendido en su formación y en su práctica cotidiana y a través del cual afirman
su identidad profesional (Menéndez y Di Pardo 1996). A su vez, las mujeres
aprenden cómo se espera deben comportarse en tanto pacientes obstétricas de
un hospital público.
Es en este marco que el ofrecimiento del test de detección de anticuerpos para
VIH queda invisibilizado, incorporado en la rutina. No se trata de falta de capacidad
del personal de salud para aconsejar o asesorar a las mujeres sobre la realización
del estudio o desconocimiento, sino que debe comprenderse en su
inscripción dentro de una economía de la atención estandarizada y dentro de la
configuración de un sistema de roles legitimados por un “modo debido de atención”.
En este proceso, el embarazo –en tanto proceso biológico– y su “producto”
se constituyen en el centro excluyente de atención y cuidados en función
de la unidad materno‐fetal delimitada como objeto de intervención y responsabilidad
médico‐obstétrica (Tanassi 2004). La construcción de la paciente usuaria
obstétrica supone así, la abstracción de la situación personal y de las condiciones
de vida de la mujer, que queda subordinada en calidad de “portadora” del
embarazo.
El problema del consentimiento informado y el “derecho a
infectar”
El siguiente extracto de registro de campo describe el desarrollo de la consulta
en la que se prescribe el test. Este es uno de los tres casos en los que se
informó a la mujer que se le iba a realizar una serología para VIH. En el consul‐