Untitled - Fundación de Historia Natural Félix de Azara

La catequesis como experiencia formativa… | Mariana García Palacios 621
En este sentido, al comienzo de la investigación creí distinguir en mis registros
una contradicción en la concepción que los adultos del grupo tienen de los
niños: consideran que pueden aprender la religión desde tan temprano 3 y sin
embargo, hasta cierto punto, reconocen que poseen puntos de vista divergentes,
pues, como vimos, las catequistas plantean que “no entienden nada”. Sin
embargo, continuar la experiencia en el campo me condujo a la reformulación
de esta concepción. Pude divisar que, junto con la transmisión del significado
“correcto”, podrían encontrarse otras razones por las cuales no era contradictorio
para las personas que yo estaba observando. En primer lugar, hay que tener
en cuenta la instrucción de las “buenas costumbres”. Históricamente, la proliferación
de temas relacionados con la infancia –el niño Jesús, los niños inocentes,
los niños santos– fue una de las estrategias puestas en marcha por la Iglesia
para el mantenimiento de sus poderes políticos a través de la conformación de
un “catecumenado privilegiado” como lo es, aún hoy en día, la niñez. Esta multiplicación
de temas infantiles guardaba estrecha vinculación con las diversas
prácticas educativas, familiares (bajo la instrucción de la Iglesia) e institucionales
puestas en juego, con el fin de alcanzar la tutela y la dirección espiritual de
los niños y jóvenes (Varela y Alvarez‐Uría 1991). A su vez, dentro de estas prácticas
encontramos la creación de los diversos catecismos y la fiesta de la primera
comunión. Por lo tanto, es de esperar que el proceso de la catequesis para la primera
comunión resulte un medio para alcanzar aquello que los propios actores
denominan dirección de los espíritus por el camino de la fe y las buenas costumbres.
Por otro lado, en la catequesis, lo importante no era el aprendizaje como reestructuración
cognitiva –el aprendizaje con la cabeza– sino aquello que los niños
podían hacer desde el corazón. Esto se relaciona con las funciones que los símbolos
desempeñan.
En los distintos registros es recurrente la mención del corazón como medio
para acceder a las verdades inexplicables, a los misterios de la religión católica.
Las formas simbólicas de la religión son presentadas a los niños y las niñas
como objetos que guardan un misterio, al que sólo podemos acceder a través de
nuestro corazón. A su vez, estos símbolos aparecen como capaces en sí mismos
de depositarse en los corazones. Así, la insistencia en esta categoría del corazón,
guarda una estrecha vinculación con la eficacia ontológica atribuida a los símbolos.
Retomando a Turner, podemos sostener que
“Lo que convierte el conocimiento potencial en gnosis real es la instrucción. La instrucción
adopta varias formas: se comunica en parte mediante la exhibición de objetos
sagrados que se muestran y explican a los iniciandos, a veces con la ayuda de mitos
sagrados, y en parte bajo la forma de una formación moral directa (...) Conviene recordar
que, como todos los procesos y fenómenos rituales, estos objetos sagrados, esta
gnosis y estos mitos tiene, para quienes creen en ellos, una eficacia ontológica, es decir,
transforman o ‘recrean’ a quienes los ven o escuchan, y alteran de tal modo al ser del
3. Las edades en que se transmiten a los niños los preceptos religiosos varían de acuerdo con cada grupo
social. Una de las cuestiones que llamó mi atención al comienzo de la investigación fue la iniciación
temprana de los niños en la religión católica.