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NARRATIVAS MARGINALES Y GUERRA SUCIA EN MÉXICO (1968 ...

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entre comunidades creando un espacio aislado y enajenante que imposibilita una<br />

organización comunitaria de lucha por sus derechos. Así lo rememora uno de los<br />

personajes que, siendo capturado por las fuerzas paramilitares, escucha a lo lejos el<br />

baile en una colonia popular a las afueras del Distrito Federal, lo cual desencadena<br />

el recuerdo de su pueblo originario a través de la música.<br />

Desde lejos, en oleadas llegadas desde kilómetros, la música atravesaba el<br />

laberinto inhumano del ruido de los agentes y sin querer recordaba los bailes<br />

perdidos en la lejanía, con esa misma música, en los ranchos aterrados del<br />

norte, perdidos en los mezquitales y en la distancia, extrañamente distantes<br />

unos de otros, como para que nunca lleguen a caer en la tentación de<br />

organizarse contra alguien. La gente embrutecida con sotol cada fin de<br />

semana. Las mujeres condenadas, antes de nacer, a una vida circular<br />

enajenante como la de un cautivo; sin salida, poseídas por una resignación<br />

enloquecedora. (¿Por qué no dijiste todo?, 79)<br />

La ciudad por su parte, tampoco escapa al registro de diversas<br />

marginalidades que aparece en la novela como diferencias de género, de preferencia<br />

sexual y de edad. Lo mismo aparece la esposa, acabada por el quehacer en casa y la<br />

crianza de los hijos, como la prostituta preñada “por quién sabe cuántos; preñez<br />

sobre preñez sin parir en ningún tiempo”, así como el homosexual y la cruel vida de<br />

los niños de la calle.<br />

Los niños, tirados sobre el pasto maltratado del jardín de Santa Escuela,<br />

dormían con pesadez. Cerca de ellos unos tubos de cemento Duco (Dupont<br />

Company), vacíos, exprimidos al máximo, daban la impresión de frutas<br />

metálicas secas. Los que no lograban caer en la ilusión del hartazgo que<br />

produce, se cubrían la cara con las manos con tal violencia que parecieran<br />

estar deteniendo el aliento de la vida que se les escapara por entre los dedos.<br />

El cemento sobre la cara —que se contrae al contacto con el aire— los<br />

deformaba en una metamorfosis involuntaria hasta convertirlos en seres<br />

escapados de alguna mitología; las manos de una pieza; trabadas. (¿Por qué no<br />

dijiste todo?, 93)<br />

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