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NARRATIVAS MARGINALES Y GUERRA SUCIA EN MÉXICO (1968 ...

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La pila no era muy grande y se hallaba bajo la escalera. Las manos por la<br />

espalda. Siente uno de los lados del depósito a la altura de las corvas; está de<br />

espaldas. Lo toman de las piernas y los tobillos, uno más se encarga de<br />

presionarle los hombros y el pecho para que se suma. Cuando las voces se<br />

alejan al máximo afloja todo el cuerpo y es entonces cuando vuelve a nacer.<br />

Boquea desesperado y alguien no le deja atrapar aire; le arroja agua con la<br />

mano en la boca y en la nariz y prefiere volver a aquel vientre acuoso. […] No<br />

puede pensar nada, es un ser de otro mundo; está vacío. La mirada se le cuelga<br />

pesada de las paredes del lugar. Sigue escurriendo, escucha boqueos<br />

desesperados. No puede controlar un temblor parejo. Apenas si alcanzó a<br />

escuchar cuando le dijeron que volverían por él en dos días para platicar otra<br />

vez. Sólo había dado los sobrenombres verdaderos. Al regresar, dos meses<br />

después y no en dos días, lo hicieron con tal ira que todos los movimientos de<br />

ellos eran precipitados desde que comenzaron a bajar por la escalera<br />

preguntando por él. Las amenazas de muerte parecían en serio: lo llevaban<br />

muy aprisa no sabía hacia dónde. Antes de llegar a la escalera decidió hablar y<br />

lo hizo. Sus camaradas, que nunca cambiaron de lugar, lo acusaron siempre de<br />

ser un delator. (¿Por qué no dijiste todo, 50-51)<br />

Se puede observar entonces cómo la primera tortura es suficiente para<br />

reducir al sujeto en cuerpo de violencia, imprimiendo en éste no sólo el<br />

aniquilamiento de la voz y la identidad (self), sino para inocular en el cuerpo la voz<br />

del estado que, con toda su violencia, ha impreso en la memoria corporal el dolor, de<br />

tal modo, que el sujeto queda condicionado para transformar su voz en traición.<br />

Los efectos de la tortura quedan impresos en una memoria profunda a través<br />

del dolor inflingido al cuerpo. De tal modo, que la memoria corporal establece una<br />

relación no mediatizada con la memoria en la psique del sujeto, como una especie de<br />

mecanismo reflejo ante la posibilidad de una nueva sesión de tortura 89 .<br />

89 En el siguiente capítulo se abordará el acto de la memoria como acontecimiento aleatorio, no<br />

evocado ni controlado por el sujeto. Ambas, la memoria corporal y el fluir de la memoria como<br />

acontecimiento son memorias profundas; sin embargo, mientras la memoria corporal asegura la<br />

delación y posterior silencio del sujeto, la memoria como acontecimiento trae a la luz aquello que se<br />

ha soslayado u olvidado.<br />

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