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NARRATIVAS MARGINALES Y GUERRA SUCIA EN MÉXICO (1968 ...

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cuatro pasillos. Tienen juguete nuevo y las accionan una y otra vez y por lo<br />

menos tres veces al día se traban. Ratos prolongados no dejan de emitir su<br />

agudo sonar, lo que provoca gritos estridentes de nosotros para nulificar el<br />

chillido de éstas. (Los diques del tiempo, 57)<br />

Por otro lado, Castañeda presenta una severa crítica a los organismos que, en<br />

favor de los presos políticos, lucraron con la causa, así como de los compañeros de<br />

lucha que aparentemente los han dejado olvidados en la cárcel y la tibia izquierda<br />

mexicana que hace un juego de falsa oposición al gobierno y al partido oficial.<br />

A los de vía armada ni Amnisty Internacional se nos arrima. Estamos más<br />

solos que nunca. El comité ese de membrete kilométrico sólo se solidariza con<br />

nosotros cada fin de año en la última página de alguna revista que ellos<br />

mismos califican de revolucionaria, deseándonos una Feliz navidad y un año<br />

nuevo lleno de prosperidad. ¡Cabrones! Pero eso sí, bien que se valen de<br />

nuestra existencia allegándose dinero y viajando por los países socialistas. O<br />

los partidos de la izquierda domesticada haciéndole el juego al partido oficial<br />

utilizándonos como bandera. (¿Por qué no dijiste todo?, 131-32)<br />

Como se puede observar no solamente el trato entre preso político y preso<br />

común fue muy diferenciado, sino que también hubo una gran distinción entre<br />

presos políticos de movimientos activistas, en particular los movimientos<br />

estudiantiles del 68, y los presos políticos de la guerrilla. Las condiciones en las que<br />

vivieron los presos políticos de la guerra sucia en las cárceles oficiales, excluyendo<br />

las cárceles clandestinas y el campo militar no. 1, fueron mucho más atroces que las<br />

que enfrentó el preso común. Como señalan Anzaldo y Zaragoza en la antología:<br />

La vida en la prisión viene a ser una realidad incomprensible para la mayoría<br />

de la gente. Es un submundo difícil de explicar a quien no lo haya padecido y<br />

dentro de esa terrible forma de subsistencia es aun peor la del “preso político”,<br />

ya que es un individuo sin definición ni protección jurídica a quien el sistema<br />

se afana en destruir. (Sobreviviremos al hielo, 17)<br />

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