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NARRATIVAS MARGINALES Y GUERRA SUCIA EN MÉXICO (1968 ...

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apodados El Zurdo y El Derecho que llevan a cabo cualquier práctica sexual con tal<br />

de reapropiarse del control de su cuerpo y ganar la competencia y prestigio entre los<br />

demás reos.<br />

Cuando la eyaculación estaba cerca comenzaban a alargar el ritmo de la<br />

respiración, deformándose tanto al contraer el cuerpo, que adquirían una<br />

imagen monstruosa, como alguien que quisiera concentrar la esencia de su ser<br />

en el punto central de su cuerpo para arrojarla con violencia al vacío, a la<br />

nada. (¿Por qué no dijiste todo?, 175)<br />

De este modo, la eyaculación arrojada al vacío aparece como una pulsión de<br />

vida derrochada que, paradójicamente devuelve a la vida el cuerpo del prisionero<br />

permitiéndole el control y la sensación de placer en su propia pérdida de conciencia,<br />

esta vez como contrapunto de la pérdida de la conciencia en la tortura.<br />

Por último, quisiera destacar otra estrategia de resistencia a través de la<br />

relación entre el carcelero y el preso, en donde, momentáneamente pareciera que los<br />

papeles se han invertido y en realidad el carcelero es el verdadero prisionero en la<br />

cárcel. Así los guardias al transformarse en bestias feroces que vigilan y controlan<br />

todo, se encuentran alienados y son una máquina o suerte de extensión del aparato<br />

carcelario. Por ejemplo, durante el traslado de Lecumberri al Reclusorio Norte, el<br />

narrador describe una situación paradójica en la que tanto guardias como presos se<br />

encuentran encerrados en el camión que hará el traslado.<br />

Ellos también, desde su pequeño mundo que los aprisionaba, veían a los presos<br />

como si fueran animales, sin poderse explicar quiénes eran, en ese momento,<br />

los verdaderos prisioneros; cada uno aferrado a sus pertenencias, unos con<br />

macanas que les alargaban los brazos y otros con hilachos envolviendo<br />

hilachos, sin poderse mover, metidos en su jaula que estaba frente a las de los<br />

guardias. En realidad eran dos jaulas, sólo que una estaba dentro de la otra, en<br />

una aparente contradicción con una de las propiedades de la materia: su<br />

impenetrabilidad. (¿Por qué no dijiste todo?, 38)<br />

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