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SÁBATO Y UNA LECCIÓN MAGISTRAL
De izquierda a derecha, Dra. Gloria Santaella, Presidente Junta de Síndicos; Manuel
Fernós, presidente de la UIPR y Ernesto Sábato, invitado de honor a la
Conferencia Magistral, 2002. (Foto: Miguel Maldonado / El Nuevo Día)
porque ya se los busca, o se los busca porque bordeábamos los aledaños
del destino.
Y así, los hombres con quienes me encontré, las ciudades que frecuenté,
los libros que leí, dejaron en mi espíritu las huellas de una gran
experiencia que se fueron integrando a mi personalidad, como esos amores
profundos que nos dejan rastros y heridas, y que a la vez que no dejan de
alimentarnos como fuentes perdurables de nuestra existencia.
La escritura ha sido para mí el medio fundamental, el más absoluto y
poderoso que me permitió expresar el caos en que me debatía. Me permitió
liberar no sólo mis ideas, sino, sobre todo, mis obsesiones más recónditas.
Lo hizo cuando la tristeza y el pesimismo habían ya roído de tal modo
mi espíritu que, como un estigma, quedaron para siempre enhebrados a
la trama de mi vida. Porque fue precisamente el desencuentro, la ambigüedad,
esta melancolía frente a lo efímero y lo precario, el origen de mi
desesperada y absoluta entrega a la literatura.
Al rememorar instantes de esta larga travesía, puedo afirmar que pertenezco
a esa raza de hombres que se han formado en sus tropiezos con la
vida. De manera que al tener que hablar sobre mi propia experiencia ante
una audiencia que conoce mi obra, o cuando algún exegeta habla acerca
de mi filosofía, no puedo sino turbarme, porque tengo la misma relación
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Vol. XX, Núm. x - xxxxx de 2005 • HOMINES •