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LUIS A. OTERO
En el primer escrito en 1919 del filósofo Ruso Mijail Bajtin, titulado
Arte y Responsabilidad, nos dice “que la persona tiene que convertirse en
plenamente responsable: todos sus momentos no sólo tienen que disponerse
juntos en la serie temporal de su vida, sino también compenetrarse
unos con los otros en la unidad de la culpa y de la responsabilidad (...)
En otras palabras, nosotros como individuos partes de un colectivo mayor,
tenemos la responsabilidad irrefutable de mejorar continuamente a nivel
personal ya que el éxito de la colectividad está atado a nuestras acciones
diarias”.
A veces no nos percatamos de la importancia de nuestras acciones,
de la necesidad de velar por las mismas y de la responsabilidad individual
que conlleva cada acción. En muchas ocasiones le atribuimos el deterioro
social a fallas en el mecanismo gubernamental y no a nuestras acciones
personales. Hay ocasiones en las que podemos atribuir directamente problemas
a malas legislaciones o decisiones de los gobernantes. Sin embargo,
el presidente John F. Kennedy pronunció unas palabras muy sabias
cuando en su discurso dijo, “no es lo que tu país puede hacer por ti, es
lo que tú puedes hacer por tu país”. Kennedy claramente nos enfatiza la
importancia de aceptar a nivel individual la responsabilidad de trabajar
por el bienestar propio y el de nuestra comunidad. Donde nosotros como
individuos podemos afectar en forma positiva o negativa nuestras vidas y
que el éxito que obtengamos a nivel personal y comunal, depende de cómo
utilicemos todos nuestros recursos y energías sin importar que tan vitales
o insignificantes sean éstos.
Podemos presentar varios ejemplos de forma ilustrativa sobre la importancia
a nivel individual de los valores morales que le presentamos a
nuestra juventud y cómo éstos eventualmente afectan la productividad y el
nivel de vida de la comunidad. Para el primer caso podemos usar un dato
alarmante del censo de 1990 donde 44 casamientos de cada cien acaban en
divorcio. Según Mayra Muñoz y Edwin Fernández en su libro El divorcio
en la Sociedad Puertorriqueña una de las causas más predominantes para
el divorcio es la infidelidad del hombre después que se casa. Según algunos
de los casos entrevistados, las mujeres presentaban situaciones donde los
maridos continuaban con su patrón de vida de soltero. Esto no es solo
un problema para la mujer sino para el hombre que tiene que mantener
un modo de vida en la cual tiene que probar su hombría a cada instante.
Esto produce un mal uso de energía útil, oprime ambas partes y limita su
capacidad de efecto. (Muñoz-Vázquez y Fernández-Bauzó, 1988).
La infidelidad en el ámbito industrial resulta ser de poco beneficio
tanto para la empresa como para el individuo y a su vez la comunidad. La
persona envuelta en dicho dilema se ve obligada a ser cautelosa y a encubrir
secretos. Esto demanda una cantidad de energía mental que va a restar
a sus tareas diarias en la oficina. Esta concentración compartida da cabida
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