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Relaciones internacionales.indb - HOMINES

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ERNESTO SÁBATO<br />

con un filósofo que la existente entre un guerrillero y un general de carrera.<br />

O como la de un hombre que ha salido de la civilización en busca de un<br />

enigmático e hipotético mensaje, a través de un camino duro y áspero, en<br />

el que se encuentra con fieras y ríos infernales, que nos dieran paradójicamente<br />

atisbos de esa tierra que buscamos. Digo la verdad cuando afirmo<br />

que desconozco otras regiones, que mi ignorancia de otras realidades es<br />

innumerable, pero, en cambio reivindico el haber vivido entregado a lo<br />

que me apasionó hasta arriesgar la vida en ello.<br />

El tránsito a la literatura no fue nada fácil; por el contrario, fue complejo<br />

y penoso. En ese tránsito, impuro y contradictorio como los atributos<br />

del movimiento humano, me salvó un sentido intuitivo de la vida y una<br />

decisión desenfrenada ante lo que creía verdadero.<br />

Mi primer ensayo, “Uno y el Universo”, es fruto de la soledad y de la<br />

nostalgia que aún generaba en mí la visión de las altas torres, que en mi<br />

adolescencia me atrajeron por su belleza exenta de vicios carnales.<br />

Luego, la visión del abismo al que el “progreso” estaba llevando a la<br />

humanidad me impulsó a escribir en la década del cuarenta “Hombres y<br />

Engranajes”, allí expresé mi postura respecto a la ciencia y la técnica, y<br />

mi rechazo del racionalismo por su arrogante desprecio a las potencias del<br />

inconsciente, y a los mitos milenarios.<br />

Pero yo no soy un filósofo; sino, más bien un hombre de pasiones.<br />

Si frecuenté libros de filosofía, si he escrito también varios ensayos, fue<br />

para desentrañar problemas de mi propio espíritu, para tratar de encontrar<br />

respuesta a dudas que me acosaban. Las ideas estuvieron siempre entremezcladas<br />

a sentimientos, a angustias, a grandes esperanzas y tremendas<br />

desilusiones. No he sido capaz de pensar ideas en estado puro, o, mejor<br />

dicho, también lo he hecho, pero nunca me colmaron. Jamás me bastaron<br />

para vivir. Como decía Yves Bonefoy: “todo concepto es el artesano de<br />

una fuga”. Por eso mismo mi destino ha estado finalmente en la literatura,<br />

no en la ciencia ni en la filosofía. Porque las hipótesis, las puras ideas no<br />

me ayudaron a dar sentido a la existencia.<br />

Frente a cuestiones inefables es estéril tratar de aproximarnos por<br />

medio de las definiciones. La incapacidad de los discursos filosóficos,<br />

teológicos o matemáticos para responder a los grandes interrogantes revela<br />

—misteriosamente— que la condición última del hombre es trascendente.<br />

Por eso mismo, tantos filósofos y artistas, siempre que han querido<br />

alcanzar el absoluto, debieron recurrir a alguna forma del mito o la poesía.<br />

Así, Sartre y Camus terminan por indagar sus ideas más brillantes a través<br />

de los personajes de sus novelas y obras de teatro. Y es en su Cántico<br />

Espiritual donde Juan de la Cruz nos permite entrever la presencia de<br />

Dios, estremecedora y patente, más que en el resto de su obra teológica.<br />

En nuestra época, Von Balthasar advirtió la importancia del arte en las<br />

• <strong>HOMINES</strong> • Vol. XX, Núm. x - xxxxx de 2005 129

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