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PRIMERA LECCIÓN 1982
mente la tarea de una universidad moderna. Las universidades se asientan
hoy sobre el trípode de las ciencias naturales, las ciencias sociales y las
humanidades, llamadas también ciencias del espíritu.
Las universidades, como instituciones, se encuentran hoy en una seria
incertidumbre. Su estructura parece tener graves fallas. Un informe reciente
(1980) de la Comisión sobre las Humanidades en los Estados Unidos, señala
que el currículo, especialmente el subgraduado, carece de continuidad
y de coherencia, que la investigación académica se ve obstaculizada por la
inflación, por el rápido aumento en el costo de los materiales y el mantenimiento.
Esto, naturalmente, se relaciona con la urgencia de los estudiantes
por encontrar trabajo tan pronto se gradúan. Los estudios, singularmente los
de las humanidades, pasan a segundo o tercer término y se consideran punto
menos que innecesarios para la lucha inmediata por la vida. Se desvalorizan
los estudios humanísticos debido principalmente a que no se entiende la
importancia de su función en la formación del hombre como persona y
como ente social. Además se ha creado un dilema entre lo que se considera
utilitario, de inmediato valor y lo que se juzga un lujo; entre lo que
nos prepara para desempeñar un empleo y lo que se propone prepararnos
para vivir una vida plena y rica en el disfrute de los bienes espirituales. Se
establece, además, una tajante disyuntiva y contradicción entre los estudios
humanísticos y las ciencias naturales. Se ve a las humanidades y a la ciencia
como si fueran dos predios culturales, dos “naciones” separadas. Tal
separación es, desde luego, falsa.
Por otra parte, es grato consignar, que desde hace ya algún tiempo
se ha llegado al convencimiento entre los educadores destacados, de que
no sólo existe una disyuntiva sino que, por el contrario, se impone la necesidad
de la mayor integración y comunicación entre los profesores de
humanidades, los de ciencias naturales y los de ciencias sociales. Se señala
que convergen en esferas como la investigación biomédica, la aplicación de
las tecnologías de los microprocesos y de las computadoras, la conducción
del gobierno, el control de los armamentos, y la adecuada utilización de
los recursos naturales. La ciencia en sí no tiene otra finalidad que la búsqueda
de la verdad para servir. Aludiendo al comunismo, el doctor John
Macmurray, profesor de filosofía en la Universidad de Londres ha dicho:
“Ellos (los comunistas) han puesto su fe en la ciencia, sin percatarse de
que la ciencia no puede salvar al mundo, ya que debe servir y no puede
dirigir”. Y ya Rabelais dejó dicho que “la ciencia sin conciencia es la
ruina del alma”.
Las humanidades se fundamentan y se inspiran en una actitud hacia la
humanidad. Esta actitud, a su vez, se basa en la estimación de los valores
humanos, o pertenecientes al hombre como tal. A éste se le considera autónomo
y sujeto de libertad, poseedor de libre albedrío; aunque formando
parte inextricable de un conjunto social al cual está ligado por el idioma,
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Vol. XX, Núm. x - xxxxx de 2005 • HOMINES •