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MENSAJE DEL LICENCIADO JAIME FONALLEDAS...
Podemos reducir el tamaño del gobierno y hacerlo más ágil y efectivo
a través de la privatización. Es a través de la privatización, no a través del
gigantismo burocrático, que se pueden reducir los costos del gobierno, mejorar
los servicios y así asegurarnos que se liberen los recursos adicionales
para invertir en la infraestructura del país.
Y es así porque la privatización está predicada en los mismos principios
que han promovido la búsqueda de la excelencia en el ser humano y
el progreso económico y social a través de la historia de la humanidad: la
iniciativa individual y la libertad de escoger.
La privatización no es un talismán ni es la solución a todos los males
de los gobiernos, pero ciertamente debe ser considerada como una excelente
herramienta para una mejor administración pública. Al no hacerlo
sentenciamos a un gobierno ya gigante y limitado en recursos a un eventual
tranque, o al colapso. Considerar seriamente la privatización como una
alternativa obliga a los funcionarios públicos a evaluar la calidad y la eficiencia
de los servicios que ofrecen, a considerar el costo en que incurren
para proveer esos servicios y a cuestionarse si están empleando la forma
más eficiente y económica para proveerlos. O en otras palabras, si el dinero
del pueblo está bien o mal invertido. Para sobrevivir en la empresa privada
este es el análisis que tenemos que hacer a diario.
Vista desde esta perspectiva, la privatización, lejos de estar encontrada
con la responsabilidad social de los gobiernos, es una herramienta efectiva
para promover la justicia social al mismo tiempo que se estimula la actividad
económica privada.
No quisiera concluir sin hablar del tema de la corrupción en el contexto
del gigantismo gubernamental y la responsabilidad que debe asumir
el sector privado en combatirla.
La corrupción no es sólo un mal de los gobiernos y de los partidos
políticos. Es también un mal de la empresa privada y le toca a la empresa
privada hacer su parte para combatirla. La empresa privada no debe
hacerse cómplice del gigantismo, el dirigismo y el intervencionismo gubernamental.
Cuando el empresario participa en nuestro sistema de gobierno fomentando
el patrocinio político, el tráfico de influencias, y la corrupción,
destruye, como resultado, las bases de apertura y equidad que sustentan
la democracia y la libre empresa.
El crecimiento desmedido de los gobiernos no solamente trae como
consecuencia el despilfarro de fondos públicos y la imposición de más
contribuciones, sino que mientras más espacio abarca el gobierno en nuestras
vidas, más aumenta el patrocinio político, las concesiones para unos
pocos y por consiguiente, más fértil es el terreno para la corrupción. Sin
duda, a mayor tamaño de gobierno, mayor la probabilidad que exista
corrupción.
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Vol. XX, Núm. x - xxxxx de 2005 • HOMINES •